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El pobrecito hablador

Votar o no votar

Mi elección es clara: votaré. Porque quedarme en casa es apoyar a los que quieren que todo siga igual

Publicado: 02/10/2019 ·
18:44
· Actualizado: 02/10/2019 · 18:45
  • Urnas en colegio electoral. -
Autor

Francisco Palacios

Palacios es matemático y programador. Publicó su único libro hace ya unos años y sigue siendo el autor más leído de su calle

El pobrecito hablador

Escribo sobre lo que me gusta, pero sobre todo sobre lo que me disgusta, como un grito desesperado para no ganarme una úlcera

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Imagino a Horacio, caminando junto a Hamlet por las murallas del castillo, pensando que algo huele a podrido en la Carrera de San Jerónimo, mientras su acompañante, urna en mano, se devana los sesos eligiendo entre votar o no votar. Esa es la cuestión.

Durante estos días, leo y observo con atención una cada vez mayor corriente de gente cansada de ir a votar. Que cuatro veces en dos años es demasiado, espetan. Que luego no sirve para nada, argumentan. Que todo es un gasto inútil, vociferan.

Refunfuñas que estás cansado de ir al colegio más veces que cualquier político que se sacara un máster en la URJC, pensando que puedes dedicar ese tiempo en cosas más útiles, como pasear a perro, lavar el coche o, sencillamente, rascarte las ingles a dos manos.

Porque lo que nos gusta en este país es quejarnos. Quejarnos de la panda de granujas que nos gobierna, quejarnos del cambio climático, de la niña que lucha contra el cambio climático, de las huelgas, de los que hacen huelga y de lo poco que cobras. Pero sin mover un dedo. Porque si te hacen moverte, protestas. Te quejas del dinero que nos cuesta cada elección, pero no piensas lo que nos cuesta dejar el Gobierno en mano de ineptos. Te quejas de que no sirve para nada, cuando en realidad lo que no sirve para nada es quejarte sin más. Te quejas de la democracia, sin pensar que, sin ella, no podrías quejarte.

Tampoco entiendo tu hartazgo al sentir cómo te hacen repetir elecciones, echándote en cara que no has votado bien. Y, sinceramente, es cierto. No lo has hecho.  Porque sigues depositando tu confianza en los mismos bustos parlantes que repiten la misma consigna ad infinitum, inamovibles en sus posturas y con una nula capacidad para empatizar y llegar a acuerdos con el rival político. Como si tu voto fuera una hipoteca a 40 años, inamovible y grabado en piedra. Cambias de pareja, de coche, de vivienda, pero no de partido. Le eres más fiel a unas siglas que a la parienta. O al pariente.

Mi elección es clara: votaré. Porque quedarme en casa es apoyar a los que quieren que todo siga igual. Porque me hace sentir mejor ciudadano. Porque me hace partícipe de mi futuro. Y, sobre todo, porque me dará más motivos para poder quejarme.

 

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