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Sevilla

Domingo de estreno de Feria: pleno en un Real a rebosar

Curro le dio al botoncito y todo empezó, sin medida pero sin excesos, porque Sevilla se ha encontrado con un fin de semana de Feria que no conocía...

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Desde primeras horas de la mañana los vecinos de Los Remedios y Triana sabían que ya era feria, quizás parte de los sevillanos intuían que ya era feria, pero ellos lo sabían... Curro le dio al botoncito y todo empezó, sin medida pero sin excesos, porque Sevilla se ha encontrado con un fin de semana de Feria que no conocía, empezar sin saber que tienen que racionar una fiesta que ahora sí que es larga.

Carruajes y caballistas tomaban el real sin más control que el de la costumbre, que es el que ha dominado en este domingo atípico de feria que además se extendía con un lunes festivo... Hay que aguantar. Los feriantes dicen que el sábado ha sido una paliza pero la cara de los que han venido a la feria es la contraria, la de dame más porque aguantaré hasta que me echen de la caseta.

La música, respetuosa con esas sevillanas que quiere perpetuar el Ayuntamiento pero que no necesita empuje sino gente que las baile, saltaba del "alguien se muere en el alma" al "despacito" sin problemas, con normalidad, con la misma con la que bailaban sevillanas los que vestían de vaqueros con los que vestían sus trajes, de flamenca y el oficial de la chaqueta y corbata.... Ahora, que a altas horas (pronto) dominaba más el regetón...

En el mediodía la vida ha sido como un martes de feria, día pleno hasta lo que el bolsillo pueda dar y con las casetas a rebosar a partir de las cuatro de la tarde, cuando hasta los carruajes y caballos (vaya bellezas que se han visto) se peleaban por no chocarse unos a otros, quizás ahí ha estado el origen del accidente en el que un policía local y un cochero han resultado heridos. La costumbre hace que sea todo una balsa y hasta el carruaje que se revuelve, con sus cuatro caballos, entre unos y otros, siga hacia adelante. Aquí no ha pasado nada, aunque tengas que cruzar con miedo aprovechando una riada de gente que va de una caseta a otra...

Las nubes, inteligentes, hacían que se pasara del calor a la lloviznar fastidiando el cardado del pelo, la gomina o la flor del traje de flamenca, que agradablemente sigue siendo lo habitual, pero pasaba de pronto al bochorno para después dejar el viento húmedo que volvía a enfriar el ambiente. La tarde se abandonaba a la noche, desaparecían los equinos del Real y el gentío tomaba las calles: con las casetas llenas, algunos espacios, como Costillares, se convertían en un inmenso botellódromo, controlado de reojo por las policías Local y Nacional… Es la otra feria, la inevitable fiesta del alcohol en un Real poco acostumbrado a tener dos fines de semana de excesos… Pero todavía quedan días para la costumbre... No se preocupen...

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