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Sevilla

Recuerdo de aquellas lavanderas de corral

La base residencial de estas mujeres eran los corrales de vecinos, con carácter muy diseminado, pues sólo dos corrales fueron conocidos como sede generalizada de lavanderas y planchadoras...

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  • Lavadero colectivo -

Las lavanderas y las planchadoras de ropa fueron legiones en la Sevilla de la primera mitad del siglo XX, y su participación decisiva en las tareas domésticas y hosteleras se pierde en la noche de los tiempos. Pero nunca tuvieron el protagonismo sociolaboral de otros oficios con predominio femenino, como las “obreras tabaqueras” -las populares cigarreras-, las cerilleras o fosforeras, las gorreras, las sombrereras, las aceituneras, las cadeneteras, las “obreras de la aguja” -modistas de talleres y de confección-  las corchotaponeras, las pirotécnicas... Estas mujeres obreras si participaron activamente en los conflictos sociolaborales, sobre todo durante los años del “trienio bolchevique” [1917-1920] y la II República [1931-1936], y más aún en la “Primavera Trágica” de 1936. Las mujeres eran temibles cuando se manifestaban por la calle Sierpes, rompiendo escaparates y vitrinas de cristales a pedradas. Y las cerilleras se hicieron populares gritando: “¡Abajo los mecheros!”.

La base residencial de estas mujeres eran los corrales de vecinos, con carácter muy diseminado, pues sólo dos corrales fueron conocidos como sede generalizada de lavanderas y planchadoras. Uno fue el corral del Coliseo, junto al mercado de la Encarnación, que tuvo fama de excelentes profesionales, y el otro el corral del Trompero. Pero en realidad casi todos los corrales tenían su grupo de lavanderas y planchadoras.

Las lavanderas y planchadoras, generalmente coincidiendo ambas funciones en la misma persona, salvo cuando contaban edad avanzada o sufrían enfermedades, que entonces no atendían las labores de planchado, tenían trabajo fijo determinados días de la semana en las casas particulares que las contrataban, o bien iban a los hoteles y fondas para atender la demanda de ropa de estos establecimientos, y a los restaurantes. Mientras que en los primeros casos, el trabajo se realizaba en la misma casa particular, las ropas de los hoteles y restaurantes casi siempre la llevaban a su propio domicilio y luego la devolvían lavada y planchada. Era curioso ver por las calles a estas mujeres con grandes cestas de mimbres sobre la cabeza, cargadas de ropa sucia, o también con grandes bateas con la ropa lista para ser entregada.


Felipe Hauser, Luis Montoto y Manuel Chaves Nogales, por citar a los más acreditados observadores críticos de la vida habitual en los corrales de vecinos, dejaron constancia del protagonismo de las lavanderas y planchadoras en la ciudad de finales del siglo XIX y primeras décadas del XX. El trabajo de estas mujeres era agotador, con jornadas de diez y doce horas en las casas particulares, con derecho a desayuno, almuerzo y merienda. Pero resultaba más penoso el trabajo de las planchadoras, que utilizaban grandes y pesadas planchas de carbón, es decir, con la carga de carbón encendido dentro de la misma plancha, más las planchas convencionales calentadas en los fogones. Por entonces las planchadoras también almidonaban cuellos y puños.

Más recientemente, el profesor Francisco Morales Padrón aportó el conocimiento de las realidades de los corrales de vecinos sevillanos durante la segunda mitad de nuestra centuria, con la colaboración de un nutrido equipo de colaboradores. Este estudio, junto a las fotografías de Justo Palau, ofrece la máxima referencia actualizada de este tipo de viviendas colectivas.

Las máquinas de lavar industriales fueron eliminando las lavanderas que atendían a los hoteles, fondas y restaurantes, y las lavadoras normales sustituyeron en las casas particulares esta mano de obra. La estampa de la mujer enfrentada al refregador nos sitúa en un tiempo que, aunque esté muy cercano, es contemporáneo del trabajo de sirga. Una actividad que, por cierto, la ejercieron los areneros del Guadalquivir hasta los primeros años cincuenta.

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