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Sevilla

El humanista Manuel Ferrand y Regina Mundi

Nosotros hicimos el Cursillo de Cristiandad en septiembre de 1961 en San Juan de Aznalfarache y poco después Manuel Ferrand, que era compañero nuestro en la Redacción de Abc, nos transmitió la idea de ir a visitar a los acogidos en la casa sevillana de Regina Mundi...

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  • Manuel Ferrand y esposa -

Nosotros hicimos el Cursillo de Cristiandad en septiembre de 1961 en San Juan de Aznalfarache y poco después Manuel Ferrand, que era compañero nuestro en la Redacción de Abc, nos transmitió la idea de ir a visitar a los acogidos en la casa sevillana de Regina Mundi. Debíamos de ir andando desde la plaza del Triunfo, donde antes rezamos una salve ante la Inmaculada (Lorenzo Coullaut Valera, 1918) hasta la ladera del  monte donde está el monumento al Sagrado Corazón de Jesús (José Lafita Díaz, 1948), en San Juan de Aznalfarache, y regresar también a pie. Ese era nuestro modesto homenaje a las pocas religiosas que atendían a los acogidos. ¿Pero qué era Regina Mundi? Manuel Ferrand nos lo explicó mientras caminábamos una mañana de mayo, encendidos por la emoción de ver cómo unas sencillas monjas atendían a una treintena de personas que no tenían absolutamente nada, que nadie les quería atender y que ellas, sin pedir nada, solo contaban con lo que les enviaba la Divina Providencia. Esa es la regla de la Institución Benéfica del Sagrado Corazón de Jesús.

Mientras andábamos, Manuel Ferrand nos informaba sobre Regina Mundi, una entidad prácticamente desconocida en Sevilla y que, sin embargo, contaba con ayudas providenciales para atender a los que nada tenían… ¿Cómo era posible que aquellas cuatro hermanas atendieran a una treintena de personas sin recursos, la mayoría de ellas discapacitadas, algunas en sillas de ruedas o camillas…? Solo eran cuatro hermanas pero contaban con un ejército de voluntarios sevillanos: gente que iba a hacer la limpieza y las camas, a llevar alimentos, ropa, muebles…; arquitectos y peritos que mantenían la casa, construida en 1911; gente se llevaba la ropa para lavarla… Gente que hacía compañía a los enfermos, que se entregaba a los demás por Amor a Dios. Amas de casa, médicos, abogados, funcionarios, arquitectos, empleados…

Toda aquella locura había comenzado en Sevilla el 2 de mayo de 1955, cuando Rosario Vilallonga Lacave (Sevilla, 30 de abril de 1911-11 de febrero de 1991), fundó Regina Mundi. Ella, junto a su hermana Carmen y su prima Amelia Medina Vilallonga, buscaron casa y la encontraron en la ladera del monumento al Sagrado Corazón de Jesús. Un lugar perfecto. Las dos primeras hermanas fueron María Martínez y Sabina Zamalloa. Regina Mundi era la segunda Casa de la Institución Benéfica del Sagrado Corazón de Jesús, fundada en Bilbao el 31 de julio de 1947. Después las Casas se multiplicaron por España y América del Sur.

Manuel Ferrand iluminaba su rostro cuando nos decía que, “la regla de oro de Regina Mundi, era que prohíbe a estas religiosas pedir… Nada imploran o reclaman al mundo en esta Institución que sólo espera, con absoluta confianza, la Providencia del Señor, que nunca les falla”.
En esta casa que se levanta junto al Cerro de los Sagrados Corazones de San Juan de Aznalfarache, “reside el último recurso de los más desamparados, de los que nada tienen, de aquellos que no son recibidos en otras instituciones, sin dinero, la mayoría sin familias o con familiares que no los pueden atender”.

Las caminatas de idea y vuelta se repitieron varias veces en aquellos años 60 del pasado siglo. Con Manuel Ferrand y nosotros vino casi siempre Ramón Pi, otro compañero de la Redacción de Abc. Y los paseos siempre fueron enriquecedores, escuchando a Manolo Ferrand explicarnos la vida de las hermanas que mantenían en pie la casa de Regina Mundi, las experiencias de los voluntarios que las ayudaban, la vida de algunos de los acogidos, los testimonios excepcionales que atesoraban. Y casi siempre nos añadía la labor del sacerdote Publio Escudero, nuestro guía en los Cursillos de Cristiandad, que era el capellán de Regina Mundi, y luego también canónigo y capellán Real, una persona entregada a la obra benéfica de las hermanas y a las que ayudó mucho.

Años después, Manuel Ferrand ganó el premio Planeta (1968) con la novela Con la noche a cuesta; Ramón Pi fue nombrado director del diario católico Ya (1986), y nosotros ganamos el premio Ateneo-Planeta (1986) con la novela Morir en Sevilla. Y los tres pudimos comprobar que nuestras ilusiones se habían cumplido sin saber cómo, pero muy por encima de lo deseado. Y entonces nos dimos cuenta de que es verdad que Dios devuelve ciento por uno.

La convivencia con Manolo Ferrand en la Redacción de Abc, desde mi ingreso en 1959 hasta mi cese en la dirección del diario, en 1984, suma casi treinta años inolvidables. Era una persona excepcional en su trato con los demás y nunca abandonaba una dulce sonrisa. Como humorista, nos decía que era una persona muy seria. Esperábamos que se levantara de la mesa de Redacción para apresurarnos a rebuscar en su cesta papelera los dibujos que hacía y luego tiraba…

Manolo Ferrand había nacido en Sevilla en 1925 y murió en 1985, con solo 60 años. Ya en 1966 ganó el premio Elisenda de Montcada con la novela El otro bando. Era una persona de múltiples conocimientos. Fue el primer maquetador de las páginas de huecograbado de Abc y el maestro de los que se fueron incorporando.

“A su condición de narrador unió la de dibujante, humorista, periodista, profesor y crítico de arte. Memoria y fábula de Manuel Ferrand, de José Luis Rodríguez del Corral, recuerda la trayectoria vital de este escritor. El libro ha sido publicado por la Fundación José Manuel Lara, que también ha reeditado una de las mejores novelas de Ferrand: Quebranto y ventura del caballero Gaiferos (1973). Otras novelas de Ferrand son La forastera (1974), Los farsantes (1975), El negocio del siglo (1977) y Los iluminados (1982). Ferrand publicó asimismo libros dedicados a su ciudad natal: Calles de Sevilla (en colaboración con el fotógrafo Alberto Viñals; 1976), La naturaleza en Sevilla (1977) y Gastronomía sevillana. Elogio y estirpe de una cocina tradicional (1985)”, escribe Santiago Belausteguigoitia.

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