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San Fernando

Los años y la desidia desmoronan lo que va quedando de la Casa Lazaga

Ahora más que nunca habría que cuestionar la imagen de ciudad que tenemos, para que podamos intervenir y conseguir aquella que queremos ofrecer.

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  • Por fuera resiste mejor que por dentro. -

De camino a Cádiz, así comienza la historia urbana de nuestra ciudad. Durante siglos, la ciudad de San Fernando (que a lo largo de la historia recibió numerosas denominaciones), se ha entendido como una vía de conexión con Cádiz, un lugar repleto de huertas y terrenos poblados de escasos habitantes. La ciudad, se entendía únicamente como ‘el Camino Real’, el camino que comunicaba Cádiz con la Península Ibérica.

Sería a partir de finales de siglo XVIII, aunque más relevante a partir del s. XIX, cuando San Fernando comenzaría a crecer como consecuencia de dos factores: la población militar de San Carlos y la construcción de segundas residencias para la burguesía gaditana. Los crecimientos urbanos y la delimitación de los diferentes espacios públicos daría lugar a la morfología urbana que caracteriza a nuestra ciudad, es decir, surge la calle Real como un espacio de relación donde la estética y la ornamentación de las edificaciones generaría una tipología edificatoria singular en nuestra ciudad: las casas palacio.

Si podríamos imaginar cómo sería andar por la céntrica calle concurrida de burgueses y entoldada por la copa de los árboles, ahora poco queda de esa imagen. Andar por la actual calle Real es encontrar solares descuidados, muchos vacíos, otros en proceso de deterioro, como la antigua sede de la Cruz Roja o la Casa Lazaga. Sobre ésta me voy a centrar.

Se trata de una casa palacio de estilo isabelino, definida por los primeros propietarios como “la gran casa” y que data del último cuarto del siglo XVIII, aunque reformada en el s. XIX. La gran joya palaciega de nuestra ciudad, con una fachada de gran riqueza monumental, entristece a quienes se paran a contemplarla. Hoy, el bello palacio que debiera ser observa cómo el tiempo lo va destruyendo ante la impasible mirada de los gobiernos locales. Y no le queda mucho más tiempo.

En 2001 pasó a ser propiedad municipal, y,  a partir de ahí, la oportunidad de rehabilitarla ha sido un artífice publicitario para los proyectos de los políticos. En 2008, se hablaba de un hotel temático inspirado en las Cortes. En 2014, iba a ser el museo para Camarón (con un hipotético inicio de obras a finales de 2015). Pero claro, hubo elecciones, hubo cambio de gobierno. En septiembre de 2017, el gobierno municipal contrató a una empresa para la redacción de las obras urgentes de consolidación en cubiertas y fachadas. ¿Obras?

Un edificio que observa. Su mirada ha presenciado la transformación urbana de la Calle Real, pero durante muchos años, ha esperado poder ser intervenida y relucir en una ciudad en la que sus ciudadanos quieren volver a entrar entre sus puertas, una posibilidad que continuamente le niegan.

La calle es el primer espacio de la colectividad. Debe ser diseñada para ser agradable, disfrutar caminando, disfrutar utilizando sus espacios. Hay muchos aspectos que intervienen en el paisaje urbano y, entre todos, los edificios son parte primordial. Si no cuidamos las fachadas de sus cerramientos, la sensación en los viandantes es la del rechazo a caminar por esos espacios deplorables, malogrados. Entonces ¿Cómo queremos hacer atractiva para el turismo una ciudad que se entiende desde el ‘Camino Real’ y sus ‘fachadas palaciegas’? Ahora más que nunca, ante la inminente llegada del tren-tranvía, habría que cuestionar la imagen de ciudad que tenemos,  para que podamos intervenir y conseguir aquella que queremos ofrecer.

(*) Arquitecto urbanista. Miembro de la Asociación Española de Técnicos Urbanistas

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