Hacer un buen equipo es un tema complejo y difícil de conseguir, porque se puede reunir una amalgama de estrellas y no conseguir los objetivos previstos, a pesar de los costes que supone ensamblar a profesionales muy cotizados. Un ejemplo de un grupo de personas de alta cualificación en su profesión y que han fracasado de manera continuada e insistente lo tenemos en fútbol, con el Paris San Germain, un equipo con una delantera de ensueño, con Messi, Neymar y Mbappé, que, sin embargo, ha naufragado de manera continuada a la hora de llegar al gran objetivo de alzarse con la “orejona” en una final de Champions.
Desde joven entendí que el mejor equipo es el que más complicidad genera entre sus miembros, complementarse en cada cuestión que se baraje, de forma que una discrepancia sólo se quede en la discusión encima de la mesa, para luego asimilar el tema consensuado y celebrarlo con una cerveza en el bar de en frente. Forzar a veces la complicidad, o la buena relación que no se da es perspectiva de un final poco halagüeño. Crear un proyecto con descalificaciones y trampas, es un proyecto fracasado de origen, pues el que va con la vitola del éxito no necesita ningún tahúr para afianzarlo.
A veces la construcción de un equipo implica grandes sacrificios, recuerdo cuando el FC Barcelona puso al frente de la plantilla a Pep Guardiola, y decidió prescindir de los emblemas del equipo en aquel momento, Samuel Eto´o, Ronaldihno, Deco… para depositar la confianza en jugadores de la cantera, Busquets, Iniesta o Pedrito, se hizo un equipo.
En política, a veces, pasa lo mismo que se ve en un club de fútbol, y es necesario hacer un equipo donde los compañeros de partido deben apoyarse unos a otros y pensar que sus delegaciones, en caso de tenerlas, no son de propiedad privada del concejal que la regenta, sino que es un servicio a todo un pueblo, y, como tal, hay que gobernar mirando siempre por lograr una gestión conveniente para los vecinos del lugar, más que por salvaguardar sueldo, status o posición. Parece sencillo ¿verdad?
Tras las municipales, los pueblos se han llenado de pactos de Gobiernos, unos esperados, otros sorprendentes como el caso de Medina Sidonia, donde el IU ha unido fuerzas al PP para arrebatar la Alcaldía al PSOE. En Barbate, tenemos un pacto entre andalucistas y populares, sin duda, una aventura nueva para los doce electos encargados de continuar el avance de nuestro término municipal. Espero que no desaprovechen la oportunidad, de trabajar por nuestro pueblo, porque a pesar de ser el trabajo más ingrato que conozco, también hay que reconocer que es el que te produce mejor sensación personal, cuando se consigue levantar y hacer realidad un proyecto que se encontraba estancado a lo largo del tiempo.
Desde esta columna, deseo que el Gobierno de nuestro pueblo tenga un equipo al frente, donde la diferencia de colores no sea un elemento de escudo ante los errores o fracasos, ni fuegos de artificio cuando lleguen los aciertos y objetivos cumplidos. Barbate está por encima de toda escenografía. Este pueblo está ávido de que se le dé lo que merece por sacrificios continuados a todas las administraciones superiores de este país o de Europa. Es hora de que, por fin, Junta de Andalucía y Gobierno de España, permitan a la administración local hacer realidad lo que tanto han peleado durante décadas, pero, para ello, también exigimos al alcalde y concejales municipales, que su trabajo sea sólido y propio de un buen equipo y no un conjunto de personas que piensen en su lucimiento personal, porque entonces el barbateño volverá a perder el partido.