La historia de como una pedanía de Utrera, El Palmar de Troya, se convirtió en todo un lugar de peregrinación durante la época de la España milagrera, a finales de la década de los sesenta, por la supuesta aparición mariana que dijeron haber visto cuatro niñas, pudo haber quedado en eso, una mera anécdota del tardofransquismo. Sin embargo, aún con mucha dosis de imaginación, los vecinos del lugar nunca pudieron imaginarse en lo que acabaría degenerando toda esta parafernalia. Y es que cincuenta años después la Orden de los Carmelitas de la Santa Faz sigue presente en el municipio, y no solo eso, su ‘Basílica’ sigue igual de resplandeciente que cuando la construyeron, por el cuarto ‘Papa’ van ya, todo esto, claro está, al margen de la Iglesia Católica. ¿Cómo ha podido seguir en pie todos estos años esta ‘secta’-no está catalogada como tal-? ¿con qué ingresos? ¿quiénes son sus miembros? ¿qué hay detrás de todo esto? estas son algunas de las cuestiones que se hacía a sí mismo el periodista, y ahora escritor, Jorge Decarlini y que ahora intenta descifrar y analizar en su libro ¡Milagro! Éxtasis y sombras en El Palmar de Troya.
A tan solo unos minutos de Sevilla Capital, se erige detrás de sus muros de hormigón la gran sede de la ‘iglesia palmariana’. Dentro se hallan sus miembros religiosos, que desde hace casi cinco décadas guardan con recelo sus rituales para que ningún curioso ajeno a esta religión llegue a conocer más de lo permitido. Entendiéndose como permitido casi única y exclusivamente los cultos que celebran durante los días de su ‘Semana Santa’ en los que, en caso de llevar la vestimenta acorde con sus preceptos y que el personal de seguridad dé su visto bueno, dejan acceder a personas que no pertenezcan a la iglesia. Ese fue el caso de Jorge Decarlini.
“Yo había pasado con el coche por allí y me llamó la atención la Basílica, al igual que a la gran mayoría que pasan por El Palmar de Troya, eso fue hace años, sin embargo esta historia se quedó en mi radar, quería saber bien quiénes eran estos señores y cómo habían llegado hasta este punto. Empecé a investigar, a atar cabos y vi que había una historia interesante que contar. Luego pude entrar un día de su Semana Santa, porque por suerte caí en gracia a los de seguridad, una vez allí uno de sus sacerdotes me dio la coartada perfecta y cuándo me preguntó si había ido a ver sus imágenes le dije que sí. Lo curioso de su ‘semana santa’ es que es en una fecha fija y un viernes santo puede caer en lunes”.
Clemente Domínguez y Manuel Alonso Corral, son los dos hombres, ambos autoproclamados papas de esta escisión herética de la Iglesia Católica, conocidos entre sus fieles como Gregorio XVII y Pedro II, que fundaron la iglesia palmariana, los “culpables” como dice Decarlini de esta rocambolesca historia.
“Llegaron los últimos al enclave donde supuestamente tenían lugar las apariciones marianas, siguiendo una serie de argucias, consiguieron hacerse con el control físico de la finca y todos los que no seguían sus órdenes quedaron fueran, eso derivó finalmente en la organización religiosa que conocemos hoy, y empezaron a nombrar a curas y monjas y a montar todo el tinglado. Anterior a eso, hubo todo una lucha de poder y por ver quién era más espectacular con las visiones, sus estigmas o el éxtasis que decían alcanzar. Realmente, y hablando con uno de los vecinos de la pedanía que vivió cómo se fraguó todo, me cuenta que un 95% de los vecinos les daba exactamente igual lo que pasara. Tan solo ha habido un momento de comunión entre vecinos y creyentes y fue en la década de los 70-80 cuando se construye la basílica que contratan mano de obra del pueblo, exceptuando ese momento, los vecinos por un lado y los fieles palmarianos por otro”.
Y aunque ubicado en un pueblo de Sevilla, esta organización ha logrado atraer a feligreses de los cinco continentes del mundo, especialmente de Centroeuropa e Irlanda. Consiguiendo también que los fieles contribuyan económicamente a la causa y consiguiendo donaciones millonarias.
Aunque Decarlini asegura que cuando estuvo allí no vio nada que pudiera ser ilegal, sí que de muy mal gusto. “Allí han hecho santos a Francisco Franco, Luis Carrero Blanco, José Antonio Primo de Rivera, y del primero hay hasta una estatua en un pedestal con flores”.
Un lugar donde el tiempo se detiene para los feligreses, mientras los ‘papas’ sucumben a los placeres del lujo con los donativos obtenidos.