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Me queda la palabra

El Premio Princesa de Asturias a la Concordia

La primera vez que leí la noticia no podía estar más de acuerdo: había entendido “UE Premio Princesa de Asturias a la Cobardía”.

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La primera vez que leí la noticia no podía estar más de acuerdo: había entendido “UE Premio Princesa de Asturias a la Cobardía”. Una segunda lectura más reposada me sacó de mi error: “La Unión Europea ha sido galardonada este año con el Premio Princesa de Asturias a la Concordia. En palabras del jurado el reconocimiento responde a la contribución de la UE al "más largo período de paz de la Europa moderna" y por difundir "valores como la libertad, los derechos humanos, y la solidaridad", valores que "proyectan esperanza hacia el futuro, en tiempos de incertidumbre".
Esta concesión no ha dejado a nadie indiferente. Hace cinco años que la Academia Sueca otorgaba el Nobel de la Paz a la UE, lo que supuso un claro precedente. Por aquella época la reacción crítica de numerosos sectores de la sociedad mundial puso en evidencia lo disparatado de la decisión dejando a la institución promotora en el más sonoro de los ridículos. Sería difícil creer que el jurado del Premio no haya tenido en cuenta la polémica del Nobel, por lo que se puede deducir que otra habrá sido la motivación que les haya empujado a tan atrevida elección. Veintiocho eran las candidaturas, entre ellas la Fundación ACOES Honduras o la Fundación Esperanza y Alegría que se caracterizaron por su enorme labor en pro de las gentes más necesitadas, que no les parecieron suficientemente meritorias para otorgarles a cualquiera de ellas el Premio que se ha llevado la Unión Europea. En todo caso, puestos a comparar, no seré yo quien se alegre del resultado. Puede que el origen de la propuesta, que se debe al eurodiputado socialista Jonás Fernández, ovetense él, y avalado entre otras por Felipe González, haya sido un aliciente para el sesudo comité; hay quienes pudieran pensar, entre quienes no me importa encuadrarme, que ha sido un arriesgado acto de agradecimiento a las altas esferas europeas a cambio de su respaldo en momentos complicados como los que vivimos en estas tierras.
Un Premio a la UE responsable de que existan rutas mortales para quienes huyen de la pobreza y de la guerra, que han sembrado de muerte el Mediterráneo con más de 25.000 víctimas en los últimos 15 años al haber cerrado los caminos más seguros. Una UE que firma acuerdos con países como  Libia, Marruecos, Turquía, Egipto y con el diablo si fuera preciso, para que controlen y frenen el paso de emigrantes. El Princesa de Asturias premia a una Unión Europea que invierte cada vez más dinero en vallas, muros, concertinas e infraestructuras a las que llama "de seguridad", desde las que se ha disparado a gente que no ha cometido delito alguno. En territorio europeo hay gente encarcelada por el simple hecho de no tener papeles. En Dinamarca se confiscan las riquezas de las personas que piden derecho de asilo y se encarcela a las que mendigan. En países como España se ha llegado a agitar desde las instituciones el temor a los refugiados, afirmando que entre ellos se infiltran yihadistas.
La Unión Europea acepta a tan solo un mínimo porcentaje de los refugiados, mientras fuera de ella solo diez de los países más pobres del mundo acogen a casi la mitad de los 65 millones de refugiados que hay en el planeta. La Unión Europa ni siquiera cumple con sus propios objetivos al estar lejos de reubicar y reasentar a las personas con las que se comprometió para septiembre de este año. España destaca por su insolidaridad, con solo 1.304 refugiados reubicados y reasentados de un total de 17.337 comprometidos.
A la Unión Europea hoy premiada Naciones Unidas la ha acusado de violar derechos humanos y la ley internacional con el cierre de fronteras y las expulsiones colectivas.
Las razones de la concesión del Premio Princesa de Asturias de la Concordia a la UE son frágiles y endebles. La segunda década de este siglo XXI será estudiada por los historiadores del futuro como una época de recorte de derechos y libertades, de crecimiento de la xenofobia y de carrera armamentística.Por todo ello urge más que nunca una Europa comprometida con la lucha por la paz y los derechos humanos. Pero de momento presenciamos una Europa que acepta la desigualdad como algo natural e inevitable, condenando a los otros a la muerte o a la clandestinidad. Y con ello condenándose a sí misma.
Serían inunmerables los motivos para mostrar la indignación por tan injusto premio, pero no podría dejar pasar como último argumento, extraído directamente de la declaración, “más largo período de paz de la Europa moderna" y por difundir "valores como la libertad, los derechos humanos, y la solidaridad", valores que "proyectan esperanza hacia el futuro, en tiempos de incertidumbre” ¿Qué burla es esta? Este año ha de considerarse como el año del desprestigio del Princesa de Asturias de la Concordia. No se puede caer más bajo
Nota: Para la confección de este texto se han utilizado profusamente extractos de otros medios, en  especial de eldiario.es.

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