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El cómic galo ?La virgen de plástico? reflexiona sobre la convivencia

El cómic francés sigue cobrando presencia en España con La virgen de plástico, una obra que aborda con humor la dificultad que genera la convivencia entre tres generaciones y que ?cuenta una historia que podría ocurrir en cualquier pueblo del interior de España?, según el editor, Manuel Vidal.

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El cómic francés sigue cobrando presencia en España con La virgen de plástico, una obra que aborda con humor la dificultad que genera la convivencia entre tres generaciones y que “cuenta una historia que podría ocurrir en cualquier pueblo del interior de España”, según el editor, Manuel Vidal. 

Creada por dos autores consagrados en el mundo de la historieta francesa, Pascal Rabaté y David Proudhomme, La virgen de plástico (Norma) recibió el Premio Esencial del festival de cómic de Angoulême en 2008 y tiene la peculiaridad de “no pertenecer a un género con un público muy marcado, no es una serie ni tampoco es una novela gráfica”, ha explicado Vidal a Efe. 

Una abuela devota que regresa a casa después de ir a Lourdes y un abuelo profundamente comunista componen la primera generación de esta familia, que convive en un viaje constante entre la cohesión y el enfrentamiento. 

En una provincia del interior de Francia, en la que los prejuicios y los chismes están a la orden del día, la familia Garnier tampoco pasa inadvertida, ni tampoco los gritos y las peleas que se escuchan con fuerza a pie de calle. 

La virgen de plástico cuenta “cómo dos personas así se han podido entender durante tantos años y cómo lo viven sus hijos al tener que cuidar de ellos”, explica Vidal, convencido de que, aunque el cómic pueda evocar los choques entre religión y política, “no es un cómic polémico”, sino que el eje central es la convivencia. 

El título de la obra alude al detonante de la trama: una virgen de plástico que, después de viajar desde Lourdes con la abuela Garnier, pasa a formar parte de la decoración de la casa y también se ve inmersa en la convivencia, al estar junto a una fotografía de Lenin encima del televisor. Esta situación producirá discusiones que van desde lo absurdo a la reflexión más profunda y que desembocan en un curioso. 

La simplicidad de los trazos, la viveza de los colores y la agilidad de los diálogos caracterizan una obra que Vidal define como un “relato costumbrista”, donde el “entorno y su retrato son muy importantes para la historia”.

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