Majestad, después de los incidentes ocurridos en Paiporta y que todos los españoles hemos podido ver, con un punto de indignación, me permito remitirle estas líneas que si bien estoy seguro no llegarán nunca a sus manos, al menos sirven como una reflexión en voz alta de lo ocurrido, sin caer en detalles de huidas y posteriores excusas carentes de todo sentido y vergüenza. Salvando las distancias, los incidentes ocurridos valen tanto o más como la noche del 23 de febrero de 1981 que tuvo que vivir su padre, en la que la monarquía se afianzó por su papel salvador de la Constitución y la democracia. En este caso, por eso le indico que “salvando las distancias”, la institución que usted representa ha estado donde siempre está cuando se le necesita. Señor, usted y doña Letizia, y solo ustedes, han llevado lo que más le hacía falta a los valencianos: el calor de sentir que no están solos, sin traspasar las gruesas líneas que le confieren su cargo y defendiendo el orden de este país, por mucho que quizás le costara decir estas cosas.
Pero es necesario, Majestad, que sus manos no estén atadas. El Jefe del Estado debe tener en determinadas ocasiones, capacidad para decidir qué es lo más adecuado en circunstancias especiales. Sí, es cierto que la Carta Magna le confiere unos poderes muy limitados: por eso es necesario revisar algunos de estos aspectos. Una palabra suya, don Felipe, en el momento adecuado y a las personas idóneas, puede hacer que se plantee una reforma de nuestro texto constitucional. No hemos de asustarnos por una decisión de este tipo, porque no podemos seguir en manos de los que buscan una rentabilidad política de las desgracias ajenas. No podemos seguir en las manos de quienes se parapetan en unos principios administrativos para socorrer a los demás. No podemos tolerar que a los militares les hierva la sangre por estar preparados para entrar en acción y no se les permita, mientras que hace muy poco tiempo viajaron hasta Marruecos a socorrer a las víctimas de un terremoto por vía urgente. Señor, es usted el Capitán General de todos los ejércitos. Su capacitación y formación está a años luz de la de los políticos que dirigen este país. Sus relaciones internacionales son impecables. El ejército le conoce y le obedece, a solo una palabra suya. No piense que le empujo hacia un golpe (o autogolpe, nada más lejos de la realidad), sino que le invito a poner sus conocimientos al frente de un ejército más que preparado y eficiente para lo que, en estos momentos, le hace falta a la Comunidad Valenciana. No me cabe duda de su preparación técnica y las de los militares al servicio de los más necesitados. Y dejemos a los políticos que discutan los términos administrativos.
Señor, es necesaria su presencia efectiva y, llegado el caso, con plenos poderes ejecutivos. Con el beneplácito del gobierno o del Congreso de los Diputados, por supuesto, pero evitando lo que ha sucedido: un Estado que se ha demostrado que es fallido. Es necesario que le veamos como el Rey que no solo consuela al pueblo que ama y que le ama, sino como el general que toma decisiones operativas, al frente de todos. Su bandera es solo una: nuestra bandera, la bandera de todos.