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La Mostra recibe una ?Venus Negra? traída desde Cuba por Kechiche

Venus Noire, la nueva y prolija película de Abdellatif Kechiche, llegó ayer con dinero francés, ritmos africanos y la actriz cubana Yahima Torrès al Festival de Venecia, donde también compitió una muestra del poderoso nervio del nuevo cine griego llamada Attenberg, de Athina Rachel Tsangari.

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  • Los actores y el director francés Abdellatif Kechiche posan durante el pase gráfico de la película ?Venus Noire?.
Venus Noire, la nueva y prolija película de Abdellatif Kechiche, llegó ayer con dinero francés, ritmos africanos y la actriz cubana Yahima Torrès al Festival de Venecia, donde también compitió una muestra del poderoso nervio del nuevo cine griego llamada Attenberg, de Athina Rachel Tsangari.

El director francotunecino volvió a Venecia tras ganar el Premio Especial del Jurado con El grano y la mula, y se enfundó por primera vez el traje de época aunque sin renunciar a sus señas de identidad: realismo en el límite con lo contemplativo, del que granjea al cine francés el famoso símil con el crecimiento de la hierba.

“Espero que la mente prevalezca sobre la vejiga”, se defendió tras las protestas por sus 160 minutos de sugerente pero muy parsimonioso recorrido por el último año de vida de Saartjie Baartman, una bosquimana que en 1817 murió en París tras haber sido explotada como espectáculo para las masas, objeto de estudio científico, divertimento de la burguesía y prostituta exótica.

Pero entre el césped que riega Kechiche crece también una gran flor, una dalia negra llamada Yahima Torrès que, procedente de Cuba, debuta como actriz en este filme que recorre cada milímetro de su totémico físico, porque el director resume su nueva propuesta como “la historia de un cuerpo y su mutilación progresiva”.

“Ha sido un papel con escenas muy difíciles, pero me he preparado físicamente, he aprendido bailes africanos y el idioma afrikáner para la película”, explicó en rueda de prensa la primeriza actriz, que apareció resplandeciente en Venecia en contraste con su denostado aspecto en el filme.

A pesar de retraerse al siglo XIX, Kechiche defiende Venus Noire como un filme “muy contemporáneo” por tratar la cuestión de “la responsabilidad colectiva” cuando se presencia la vejación de otro ser humano. “Mirar juntos nos hace sentir menos responsables”.

Y así, la cinta teje una aguda equiparación de los imperativos del espectáculo, la instrumentalización por parte de la ciencia –por los atípicos genitales de la protagonista–, la doble cara de la sofisticación burguesa y la perversión sexual de la prostitución.

“Esta película se pregunta hasta dónde podemos llegar para satisfacer un deseo o una ambición”, dijo el director. Y Saartije Baartman, cuyos restos mortales no fueron repatriados a Sudáfrica hasta 2002, tuvo la mala suerte de ser deseada por todos.

La falta de deseo afecta, precisamente, a la protagonista de Attenberg, cinta griega que conecta con el espíritu inquietante y aséptico que Yorgos Lanthimos desarrolló en la celebrada Canino.

Como en aquélla, Athina Rachel Tsangari crea un nuevo código para unos jóvenes neutralizados por el exceso de estímulos y que “se han convertido en humanos que se comportan como pequeños animales”. De ahí el título de la película: parece un documental de David Attenborough para la BBC.

“Son seres que intentan sobrevivir en una naturaleza alienada y postindustrial”, dice.

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