Pero al intentar de nuevo un consenso en temas estrictamente nacionales de gran preocupación para la sociedad, en este caso la crisis económica, de nuevo el ciudadano pudo darse cuenta ayer que el espíritu de consenso fue mínimo y cada uno barrió para su casa. Zapatero volvió a izar la bandera del optimismo y anunció de nuevo que el fin de la crisis está cerca; y Rajoy volvió a utilizar el mazo para desgastar al gobierno señalando que su tiempo se había acabado y no había aportado soluciones. Los dos entraron a la reunión con una idea prefijada y no escucharon al adversario político.
En este sentido, lo mínimo que hay que pedir tanto a uno como a otro dirigente es una cierta responsabilidad de Estado. Y en este caso el que más cerca estuvo de esta postura fue el presidente Rodríguez Zapatero, aunque también hay que reconocer que esta circunstancia al que más favorecería sería en este caso a él y a su gobierno. Zapatero pidió a Rajoy ayuda y apoyo a la hora de afrontar la crisis con la idea de dar a la opinión pública mensajes más positivos y no catastrofistas; Rajoy negó esta ayuda y volvió a incidir en duras críticas sobre la gestión del Gobierno en un mensaje claro de crítica y desgaste que le beneficia a él evidentemente. Es decir, cada uno buscó sus propios beneficios en lugar del interés general común. No hay generosidad ni responsabilidad de Estado.