Y para la inmensa mayoría de los españolitos, contrariamente a los proyectos que venían siendo habituales durante las últimas décadas: adelgazar algunos kilos a base de sudar de lo lindo en un gimnasio o hacer footing por la geografía urbana, aprender de una santa vez el inglés elemental ya sea en una academia al uso o por medio de un curso fantástico adquirido a través de un novecientos o el diabólico Internet (la de puestos de trabajo que se está cargando el puñetero con tanta compra directa sin intermediario) o el disfrutar de un viajecito de ensueño en las vacaciones veraniegas…, va la crisis (entiéndase la tal como incompetencia total y manifiesta de Rodríguez Zapatero, a la sazón, el presidente del Gobierno de España, para aminorar las consecuencias económicas del desaguisado por el desplomamiento del mercado del ladrillo y la desmesurada ambición de la banca por conseguir indecentes y desorbitados beneficios a repartir entre unos pocos) y sólo nos contentamos los que tenemos trabajo con que la cosa se mantenga y, para los cuatro millones de desempleados, obviamente, con conseguir algún puesto de trabajo que les permita, si acaso, subsistir a lo sumo. Por cierto, hacemos un inciso sobre las últimas declaraciones del líder sindicalista (¿habrá cambiado el significado del sindicalismo en nuestro país?) local, Señor Trillo, en las que nos deja una joyita: “No podemos esperar a que vengan a traernos el trabajo a nuestra casa”. Pensará el Señor Trillo que los cuatro millones de españoles lo son porque quieren, que las bajas en la cotización de la Seguridad Social son voluntarias porque se está mejor desprotegidos, que el que hace una chapuza (llámese hacer una pequeña obra de albañilería familiar, pintar una fachada, vender al peso unos tubos o unos cartones), que los que van a los comedores sociales –regentados en su casi total mayoría por asociaciones de la Iglesia Católica– viven mejor que quieren. Evidentemente no. Lo único que ocurre es que cuando gobernaba el Señor Aznar sí eran procedentes las huelgas generales, ahora –claro está– con un Gobierno que no hace recortes sociales ¡total que son cuatro millones de desempleados! no deben convocarse manifestaciones ni huelgas en contra de la acción tan meritoria del Ejecutivo. De subvenciones, no hablaremos. Y en estas estamos, cuando a España, con el señor Zapatero al frente –como regalo de Reyes adelantado– le toca nada más y nada menos que presidir la Unión Europea. Así durante el primer semestre del presente año, nuestro país debe ser la locomotora de Europa. ¡De chiste! El país que tardará más –cuando lo haga– en salir de la crisis debe llevar la delantera, entre otros países a Francia, Alemania, Gran Bretaña e Italia. Para ello, el Jefe del Ejecutivo se ha reunido con tres asesores: el francés Delors y los españoles González –sí, don Felipe– y Solbes. Y digo yo, sabrán los demás europeos –como lo sabemos los españoles– que la locomotora del Señor Zapatero, lejos de ser como las flamantes del AVE, es la de carbón y chirriante estruendo del lejano oeste. ¡Ah, que pena que ya hayan desaparecido los hermanos Marx, le hubieran venido de perlas para ayudar a nuestro presidente en la alta misión que en los momentos presentes le ocupa en Europa!
Y para la inmensa mayoría de los españolitos, contrariamente a los proyectos que venían siendo habituales durante las últimas décadas: adelgazar algunos kilos a base de sudar de lo lindo en un gimnasio o hacer footing por la geografía urbana, aprender de una santa vez el inglés elemental ya sea en una academia al uso o por medio de un curso fantástico adquirido a través de un novecientos o el diabólico Internet (la de puestos de trabajo que se está cargando el puñetero con tanta compra directa sin intermediario) o el disfrutar de un viajecito de ensueño en las vacaciones veraniegas…, va la crisis (entiéndase la tal como incompetencia total y manifiesta de Rodríguez Zapatero, a la sazón, el presidente del Gobierno de España, para aminorar las consecuencias económicas del desaguisado por el desplomamiento del mercado del ladrillo y la desmesurada ambición de la banca por conseguir indecentes y desorbitados beneficios a repartir entre unos pocos) y sólo nos contentamos los que tenemos trabajo con que la cosa se mantenga y, para los cuatro millones de desempleados, obviamente, con conseguir algún puesto de trabajo que les permita, si acaso, subsistir a lo sumo. Por cierto, hacemos un inciso sobre las últimas declaraciones del líder sindicalista (¿habrá cambiado el significado del sindicalismo en nuestro país?) local, Señor Trillo, en las que nos deja una joyita: “No podemos esperar a que vengan a traernos el trabajo a nuestra casa”. Pensará el Señor Trillo que los cuatro millones de españoles lo son porque quieren, que las bajas en la cotización de la Seguridad Social son voluntarias porque se está mejor desprotegidos, que el que hace una chapuza (llámese hacer una pequeña obra de albañilería familiar, pintar una fachada, vender al peso unos tubos o unos cartones), que los que van a los comedores sociales –regentados en su casi total mayoría por asociaciones de la Iglesia Católica– viven mejor que quieren. Evidentemente no. Lo único que ocurre es que cuando gobernaba el Señor Aznar sí eran procedentes las huelgas generales, ahora –claro está– con un Gobierno que no hace recortes sociales ¡total que son cuatro millones de desempleados! no deben convocarse manifestaciones ni huelgas en contra de la acción tan meritoria del Ejecutivo. De subvenciones, no hablaremos. Y en estas estamos, cuando a España, con el señor Zapatero al frente –como regalo de Reyes adelantado– le toca nada más y nada menos que presidir la Unión Europea. Así durante el primer semestre del presente año, nuestro país debe ser la locomotora de Europa. ¡De chiste! El país que tardará más –cuando lo haga– en salir de la crisis debe llevar la delantera, entre otros países a Francia, Alemania, Gran Bretaña e Italia. Para ello, el Jefe del Ejecutivo se ha reunido con tres asesores: el francés Delors y los españoles González –sí, don Felipe– y Solbes. Y digo yo, sabrán los demás europeos –como lo sabemos los españoles– que la locomotora del Señor Zapatero, lejos de ser como las flamantes del AVE, es la de carbón y chirriante estruendo del lejano oeste. ¡Ah, que pena que ya hayan desaparecido los hermanos Marx, le hubieran venido de perlas para ayudar a nuestro presidente en la alta misión que en los momentos presentes le ocupa en Europa!
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