En un año, Emmanuel Macron ha construido su propia concepción de la Presidencia francesa, diferente de la de sus antecesores
En un año, Emmanuel Macron ha construido su propia concepción de la Presidencia francesa, diferente de la de sus antecesores, marcada por una determinación casi autoritaria en la toma de decisiones y una cuidada imagen pública que le presenta como un dinámico líder del siglo XXI.
"Mezcla la autoridad con un discurso moderno. Conjuga el registro neoliberal con una apuesta por el orden", resume el filósofo Jean-Claude Monod, especialista en el estudio del poder.
Una práctica que el estudioso compara con la ex primera ministra británica Margaret Thatcher, aunque a diferencia de la "dama de hierro", Macron "tiene sensibilidad social".
El hombre que finiquitó el mapa político francés con su candidatura al margen de partidos y carente de experiencia electoral anterior trata ahora también de cambiar por completo la forma de aplicar el poder.
"Es el primer presidente que ejerce sin oposición", asegura a Efe el politólogo Pascal Perrineau, que considera que Macron cuenta "con un margen de maniobra inédito" tras haber conseguido una aplastante mayoría absoluta en la Asamblea Nacional.
Eso le permite, según el exdirector del Centro de Estudios Políticos de Sciences Po, "acelerar el ritmo de las reformas a una velocidad nunca vista" y "cuidar su imagen".
Macron mantiene su rumbo, no lo cambia a ritmo de golpe de encuestas, ni adapta su discurso en función de su interlocutor. Presume de no prometer más que lo que ponía en su programa electoral: cambiar el país de arriba a abajo.
Perrineau considera que Macron combina la concepción vertical del poder que aplicaron el general Charles De Gaulle o François Mitterrand con una apuesta por el dinamismo y la juventud que le acercan a Valérie Giscard d'Estaing.
Opinión que comparte el periodista Franz-Olivier Giesbert, exdirector del semanario "Le Point", que ve muchas semejanzas entre el actual inquilino del Elíseo y Giscard d'Estaing, que lo ocupó entre 1974 y 1981.
"Como él, llegó joven al Elíseo y afrontó de forma muy rápida reformas sociales que forjaron su imagen", asegura este veterano analista que ha conocido a todos los presidentes de la V República.
Esa es la receta de Macron: encadenar las reformas para dar la impresión del movimiento permanente, de que el país está constantemente "en marcha", como reza el partido político que fundó para conquistar el poder.
Y lo combina con una imagen "a la estadounidense", con frecuentes secuencias en mangas de camisa, como un líder al frente del timón.
"Macron ha construido su presidencia en contraste con sus dos antecesores", argumenta Monod en una entrevista al diario "Le Monde".
Frente a un Nicolas Sarkozy que asumía en primera persona todo el Ejecutivo, ha tomado distancias, dejando que sea su Gobierno quien asuma el desgaste de las decisiones.
Y ante un François Hollande que se definió a sí mismo como el "presidente normal", Macron busca aparecer como un "jefe firme", más cercano a la figura que el general De Gaulle forjó tras la Segunda Guerra Mundial, cuando ideó la presidencia elegida por sufragio universal.
En medio de esas dos tendencias, Macron aparece como "un acróbata", según la definición que le dedica el semanario "L'Express", que un año después de su toma de posesión no sabe si se trata de "un profeta que va a cambiar la vida de los franceses" o "un ilusionista que identifica los males pero no los cura".
"Tiene mucho margen por delante. No veo que la oposición, ni desde la izquierda ni desde la derecha, vaya a reconstruirse para ponerse en orden de batalla", indica Perrineau.
Giesbert alerta, sin embargo, de la amenaza de aparecer como un líder arrogante.
Sus críticos le califican de "Júpiter", por esa tendencia a aparecer por encima del bien y del mal, de engrandecer su imagen.
El propio Macron aseguraba durante la campaña que le condujo al Elíseo que a los franceses "les gusta poner a un monarca" en el poder y ha multiplicado los gestos en ese sentido.
Empezando por la noche de su victoria electoral, cuando apareció en solitario frente a la pirámide de cristal del museo de Louvre, arropado por la música de Beethoven, entronizado en el estrado.