Cuando ya parecía noqueado, el boxeador de calzón blanco y azul se levantó como pudo y, sin saber muy bien el método, sin demasiada técnica, sino más bien con corazón, acertó un golpe directo a la mandíbula de su contrincante, procedente de El Bierzo. El
Málaga fue ese púgil que, ya en términos futbolísticos, pasó de recibir un gol por error garrafal que acabó anulado por el
VAR a errar un penalti. Y de ese desastre a la rebelión con un gol de Escassi. Y lo más importante, de poder dejar a un rival directo a nueve puntos a ponerse
a tres puntos de la salvación.
Un gol anulado a
Agus Medina en el minuto ocho fue un pequeño gran vuelco al corazón. Una inexplicable falta de entendimiento entre Yáñez y Esteban Burgos, como dos patosos viendo quién se quedaba con el balón, derivó en un rebote que aprovechó el jugador visitante para empujarla, aunque tocándola con la mano. El árbitro fue a la pantalla y, tras un minuto de suspense, dictó sentencia favorable.
Haitam era el plan bajo la manga de Pepe Mel. Y funcionó de facto: el marroquí es puro nervio y desparpajo y de sus botas siempre se desprendía el peligro para una Ponfe muy ordenada. No se anduvo con chiquitas David Gallego como debutante en el banquillo. Se estaba viendo lo que se esperaba: dos equipos muy preocupados por no romper líneas en defensa y teniendo que crear desde el juego estático.
Cuando la intensidad cayó en saco roto y el juego era demasiado monótono ocurrió lo insospechado, eso que nunca había ocurrido este año, sí, están leyendo bien:
un penalti para el Málaga. Haitam recibió un manotazo del portero rival que acabó en amarilla y atajo para adelantarse. Aunque muchos olvidan que hay que celebrarlo cuando entra, y no cuando se pita.
Rubén Castro no pudo convertirlo porque lo tiró mal, raso, poco ajustado y a la izquierda de Giorgi Makaridze. El georgiano metió mano dura para hundir un poco más la autoestima del delantero canario, que no jugaría los 90 minutos.
Había que seguir insistiendo en buscar la suerte que por sí sola no le llega a este grupo. La mecha estaba siendo siempre ese chaval que porta el ‘34’ a la espalda y no hay manera de descoserle el balón de la zurda, Haitam. Faltaba ese último pase, ese acierto. Una pena que por lo que pareció ser un golpe o dolencia, tuvo que quedarse en el banquillo tras el descanso. Entró por él Pablo Hervías.
Rubén Castro tenía la espinita clavada del penalti y rondó el gol en el primer balón que tocó en el segundo tiempo. Su disparo se marchó a centímetros del palo. Había que tener paciencia porque diez minutos después llegaría la gloria.
Un córner desde la izquierda fue a parar al primer palo y
Escassi, sin saber muy bien cómo remató, se anticipó a su marca y
puso el muslo, el corazón y el sentimiento de los 14.500 hinchas de las gradas para rematar y subir el 1-0 (minuto 58). No quedó ninguna duda de que, con la que está cayendo, en La Rosaleda los goles se celebran como si fueran de Champions.
Conseguido el primero, había que ir a por el de la seguridad y casi llega también a pelota parada, con un disparo de libre directo de Hervías que no fue adentro por poco. Con la entrada de
Dani Lorenzo y
Luis Muñoz se ganó en creación y control en la zona media y, sumado al ingreso de
Loren, el Málaga se permitió el lujo de tener más físico para presionar y robar en campo contrario.
El rival también juega, claro. Derick Lacerda, Yuri y el exmalaguista Hugo Vallejo renovaron la delantera del equipo de Ponferrada y tocó sufrir un poquito. Mención para el partidazo que se marcaron Esteban Burgos y sobre todo un imperial Juande. Fueron los pilares de la zaga blanquiazul.
El incombustible
Yuri, de hecho, la mandó a las nubes en un balón muerto en el área que amenazó con ser el empate. El Málaga acabó con Cristian de lateral, como ya ocurrió en Zaragoza, y con Dani Lorenzo de ayudante. El bloque aguantó,
Yáñez se puso de nuevo el disfraz de héroe con un palmeo final para despejar los males y los tres puntos se quedaron en casa. Como gritó el Fondo Sur tras el pitido final: ¡Sí se puede!