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La tribuna de Viva Sevilla

En contra de los “festicoleros”

Juan Ignacio Xiberta, director del área de Medio ambiente de Life Abogados, analiza el problema ecológico de los festivales de música.

La música volverá a inundar Andalucía con más de 20 festivales este verano, que congregarán a más de 20.000 asistentes en sus recintos, repartidos a lo largo y ancho de distintas provincias, como Cádiz, Málaga o Almería, entre otras. En estos espacios, además de vibrar con los conciertos y de disfrutar con los amigos, hay que vivir y convivir durante varios días. Por ello, cuestiones como la higiene o el tratamiento de los residuos, sobre todo lavabos y recogida de basuras, son fundamentales.

Y, lamentablemente, en muchos casos, los grandes olvidados; lo que termina transformando los festivales en auténticos estercoleros. Conocidos técnicamente como sanitarios portátiles, la gestión de los lavabos en estos eventos no está bien resuelta y a menudo se convierte en el foco de la mayoría de las quejas. Porque, tener que esperar largas colas para entrar al lavabo o que estos estén en malas condiciones puede amargarte el festival e incluso hacer que te lo pierdas. Existe una regulación sobre el tema y esta es insuficiente: El Real Decreto 2816/1982 (Reglamento general de policía de espectáculos públicos y actividades recreativas) en su artículo 31 establece la obligación de “disponer de urinarios e inodoros en condiciones higiénicas y de decencia, que sean independientes los de cada sexo y en cuanto al número, por cada 500 espectadores habrá cuatro inodoros, de los que la mitad estarán destinados a señoras, y por cada 125 espectadores, un urinario” y que “todos los servicios deberán estar provistos de lavamanos, cuyo número será igual a la mitad de la suma del de inodoros y el de urinarios”.

Sin embargo, hace años que se detectó esta insuficiencia. Por ello, aferrarse a lo que establece el Real Decreto es engañarse y, de hecho, existe un código de buenas prácticas del sector que, en base a la experiencia, establece unos ratios muy superiores, pero claro, no es obligatoria. Lo razonable, en todo caso, sería garantizar que el número de lavabos fuera suficiente para que el tema de la higiene no se convierta en un problema, independientemente de lo que diga la ley.

Es un coste necesario y valorado por el cliente. A raíz del problema de los lavabos, se plantea otra cuestión: la medioambiental. ¿Qué se hace con los residuos de los sanitarios? ¿Alguien se ha parado a pensar en ello? A diferencia de los sanitarios normales, estas cabinas utilizan unos productos químicos que, básicamente, neutralizan los olores. Si no, sería insoportable su utilización. Esto hace que el residuo no sea el mismo que el de los hogares, que va directamente a las depuradoras. Estas tienen una determinada capacidad y unas concentraciones determinadas, por lo que si se vacían grandes cantidades de golpe pueden desestabilizarse.

La dilución solucionaría el problema, pero está expresamente prohibida por la ley. Lo que debe hacer el organizador de un evento es solicitar una autorización de vertido de esos residuos en la depuradora más cercana. En caso de que la instalación no pueda aceptar los residuos, lo que a veces ocurre, estos deberán trasladarse incluso cientos de kilómetros, dependiendo de dónde se celebre el festival, para que sea otra depuradora o un sistema alternativo, como por ejemplo, el compostaje (convertir en abono) el encargado de gestionar dichos residuos. Este traslado genera emisiones contaminantes probablemente mucho más perjudiciales que las provocadas por la dilución del compuesto, si no estuviera prohibido.

Por todo lo anterior, quizás sea el momento de plantearse una reforma para garantizar el derecho de los ciudadanos a una higiene en condiciones durante los eventos, sin tener que esperar largas colas y que a su vez resuelva la cuestión del tratamiento de los residuos. Y, mientras esa reforma no llega, quizá haya llegado la hora de exigir como consumidores que los organizadores eviten por todos los medios que algo tan básico e importante como la higiene y el medio ambiente esté perfectamente resuelto para que los festivales en Andalucía, y en el resto de España, no terminen convertidos en “festicoleros”.

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