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Educar, una labor compartida

Un proverbio africano dice que para criar a un niño hace falta la tribu entera. La tribu somos todos los que rodean al niño, la sociedad donde crece y se educa

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  • La educación -

Un proverbio africano dice que para criar a un niño hace falta la tribu entera. La tribu para quien le cueste trasladar, somos todos los que rodean al niño, la sociedad donde crece y se educa. Todos tenemos responsabilidad en esta labor, que en contra de lo que muchos piensan, no consiste en criticar activamente a padres y profesores considerándolos los únicos responsables, ni tampoco en reclamar carta blanca para reñir a los menores en parques y zonas comunes de la urbanización.
Educamos conviviendo en los mismos espacios, compartiendo lo común de buena o de mala manera y somos modelos a imitar por los que nos rodean. Todos compartimos plaza en esta historia y nadie debería situarse en la barrera.

¿Y en qué coincidimos padres, escuelas, vecinos,etc.? En una educación para  el individualismo y la competencia, en el sálvese quién pueda porque no hay botes para todos, en la capacidad de sentirnos ajenos, de no sentir empatía por quienes nos rodean. Los telediarios nos muestran constantemente las nefastas consecuencias de vivir siguiendo estos principios, pero muchos de los que se horrorizan no ponen en conexión las consecuencias con el modelo que las impulsó.

Lo más absurdo es que estamos condenados a convivir y compartir, vivimos tabique con tabique, bajamos las mismas escaleras, pisamos la misma calle con heces de perro no recogidas en el camino al colegio de nuestros hijos.


Tenemos el mismo médico y aunque no te conozca de nada comparto contigo la habitación del hospital, donde nos mostramos en los peores momentos. Compartimos los carros del supermercado, la carretera mal asfaltada, los bancos del parque, mientras engañosamente la educación nos convierte en islas.
Lasresucitadas zambombas, reclamo turístico jerezano navideño, nacieron en casas de vecinos, en el patio común donde se pasaban haciendo pestiños toda la noche. La gente no sólo cantaba y reía, compartían lo que tenían, disfrutaban de la convivencia sintiéndose una familia amplia. No sólo los convertía en familia compartir la pila para lavar, el grifo en el patio, la cocina por horas, la azotea, el W.C., también compartir los problemas, la enfermedad, la soledad, la vejez… Ahora hay pocas casas de vecinos, pero la tribu sufre miserias nuevas. 

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