Hace unos días, en el debate del estado de la ciudad, la alcaldesa marcó claramente las líneas estratégicas de lo que había sido el proyecto de ciudad del Partido Popular en Jerez. Tres objetivos fundamentales enfocados a resolver tres grandes demandas de los ciudadanos: Arreglar la situación económica y financiera del Ayuntamiento para que dejara de ser un problema para la ciudad, prestar unos servicios de calidad a los jerezanos y contribuir a impulsar la actividad económica y el empleo en la ciudad. Tres objetivos que han marcado la senda durante todo este periodo de tiempo. Mucho trabajo, retos conseguidos y mucho trabajo por hacer, tal como indicó la alcaldesa. Ni triunfalismos, ni optimismo desmedido, pero tampoco el discurso pesimista y falto de ilusión de toda la oposición. Y de nuevo, mucho trabajo por hacer. Y es que Jerez tiene claro lo que no quiere ser. Jerez no quiere ser una ciudad donde la mayor empresa era y es el Ayuntamiento. No quiere ser una ciudad donde se primó el crecimiento urbanístico en grandes extensiones de suelo en la periferia de la ciudad, en detrimento del casco histórico. Jerez no quiere ser una ciudad donde no existía libertad real de empresa porque todo estaba controlado. No quiere ser la ciudad donde los intereses políticos arrasaron con la industria del vino y del caballo. Jerez no quiere ser una ciudad con una deuda tan grande que serán nuestros nietos los que terminarán pagándola. No quiere ser más ciudad donde el dinero de los ciudadanos se emplee en proyectos personalistas y faraónicos. Jerez no quiere ser la ciudad de la falta de transparencia. Y, en seis horas de debate, un concentrado de lo que han sido los dos últimos años en la ciudad. Donde no se pagaban las nóminas, ahora se pagan con prudente normalidad. Donde los autobuses no circulaban, ahora circulan con normalidad. Donde los proveedores no cobraban desde hace años, ahora han cobrado cuatrocientos millones de euros. Donde había pesimismo, ahora hay ilusión. Es cierto que quedan muchos problemas por resolver, fundamentalmente el drama del desempleo, pero a nadie le cabe la mayor duda de que, de dos años para atrás, la ciudad ha mejorado a pesar de que la oposición ni acuda a los actos, ni se centre en los debates.
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Ni triunfalismos, ni optimismo desmedido, pero tampoco el discurso pesimista y falto de ilusión de toda la oposición
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