El trabajo, sino imposible, sí reúne de un laborioso engranaje de múltiples piezas vitales para que el centro histórico portuense vuelva a relucir en la búsqueda de su ansiada supervivencia vital. De una perspectiva de futuro plena y satisfactoria. De habitabilidad, comercial y turística. Sin una no se va a entender las otras.
Las señales de alarmas que parecen ahora ser más intensas, no son sino la constante con el que parece haberse habituado esta zona de la ciudad en los últimos años. Los comerciantes, englobados en la plataforma Revive El Puerto, culpan directamente a la falta de gestión del actual “desgobierno” municipal, tal y como calificaron a “De la Encina y a su equipo”.
Le reclaman medidas “urgentes” ante la sangría en forma de cierres de negocios y la escasa actividad de los que se mantienen abiertos. Los siguientes en unirse y que igualmente anuncian movilizaciones para el caso de persistir su drama, son los placeros de la Plaza de Abastos que acogieron el proyecto de remodelación como un halo de esperanza y ven cómo los innumerables cambios y la falta de claridad en el plan de reformas, cae en saco roto. Con la proliferación del extrarradio, de barriadas y de urbanizaciones, el centro quedó en eso, en la mitad de todo y en el resultado de la nada.
Sin un mantenimiento, sin una inversión y sin un atractivo más allá que la nostalgia del recuerdo, el despoblamiento alertó que su futuro no podría ser demasiado próspero sin personas.
Unas 10.000 personas, dicen, viven ahora en la zona céntrica de una población cercana a los 90.000 habitantes. Un número que ya retrata el principal escollo que hay que salvar para revertir su sino. El mal del comercio es el eslabón siguiente a la escasez de actividad comercial, salpicando la tercera: el mantenimiento de los edificios. Sin vida y sin cuidados, aúna todos los elementos perfectos para que el deterioro sea completo y casi irreversible. Sin gente, sin comercio y sin edificios, elementos fundamentales para revertir su realidad.
Otro factor determinante desde que se dispuso que el centro pasase a ser también histórico, más que parabienes ha encontrado en su camino trabas y más exigencias a cumplir que beneficios, al depender de otras administraciones supralocales.
Cumplir con una legalidad y sin un plan como el Pepryche que sigue acumulando retraso años tras años, se suma la deuda histórica que la Junta de Andalucía tiene para con El Puerto. Si en otras poblaciones el ente andaluz ha facilitado su rehabilitación de edificios o incluso de barrios enteros (Cádiz capital es un claro ejemplo), en El Puerto ha sido todo lo contrario al no haber contado nunca con ayuda alguna. Ni antes ni ahora.
Urbanismo sostenible
El pretender hacer con éste un flujo constante de turista y tener una capacidad de acogida interesante sin inversiones ni adaptabilidad, conlleva a la disminución de visitantes que permutan a otras poblaciones con mayores prestaciones, con una amplia red hotelera o un mejor acondicionamiento de su centro. Integrarse como centro histórico pasa inexorablemente con cumplir escrupulosamente con la legalidad y con unas imposiciones urbanísticas que se dilatan en el tiempo.
Más inversión y menos resultados
El Plan de Barriadas ha mostrado la dejadez continuada que han padecido algunos barrios en detrimento de ayudas que sí ha tenido con reformas y mejoras, que sin dar resultado alguno, a tenido el centro de la ciudad a lo largo de los últimos decenios.
Dinero que no ayudaron en nada y que demuestra que la solución no es tanto en la inversión como el modelo a seguir. Intervenciones municipales que a largo de las últimas décadas se han realizado sin un patrón fijo ni un proyecto claro y que casi siempre acabaron en sonados fracasos.
Cambios de sentido de calles, medianas (Larga), bolardos, peatonalización a la carta, vetos a franquicias... Giros constantes que en vez de crear un espacio amable, duradero y sobretodo habitable ha sido (es) solo un recuerdo que languidece en su autodestrucción. La preponderancia de antaño ha ido ganando y mejorando inversamente proporcional a lugares más alejados del centro. Una señal inequívoca de cual es el problema.