Bien. Antes de comenzar quiero dejar clara una cuestión, y es que abomino, desprecio y repugno cualquier ejercicio de la violencia para defender una idea. Que cualquier atentado o golpe violento es despreciable, borra y resta lo que nos hace humanos. Es importante dejar esta cuestión bien clara desde el principio, porque en este mundo de fariseos e hipócritas, parece que es necesario manifestarlo a diario.
Dicho esto, lo de Hamás no tiene nombre. O los nombres que tiene son todos oscuros, ominosos y terribles. Ninguna idea puede cimentarse ni andar a hombros de la barbarie. Ahora bien, no entiendo la doble vara de medir de un Occidente que valora más unos muertos que otros, que no pone el grito en el cielo por años de muerte, bombardeos y apartheid del pueblo palestino en la franja de Gaza, a manos del estado israelí.
No debemos olvidar que Israel ha vulnerado, una tras otras, todas las resoluciones de las Naciones Unidas respecto a este problema. Que ha ocupado tierras palestinas, usando a los colonos como avanzadilla, expulsando de sus hogares a familias, niños, ancianos, sin el más mínimo pudor. Tampoco podemos obviar las sucesivas matanzas en los campos de refugiados, ni los nombres de Sabra y Shatila se borrarán de nuestras memorias.
La búsqueda de los terroristas de Hamás no es excusa para bloquear la zona más densamente poblada del planeta, donde habitan más de un millón de niños, y dejarlos sin agua o corriente eléctrica. No sólo padece la población, sino que los hospitales no pueden salvar a las víctimas de los bombardeos indiscriminados sobre la población civil.
Occidente se lava las manos, como en el caso del Kurdistán, o con el pueblo Saharaui. Pueblos pobres, prescindibles a los ojos de una Europa inoperante, o de unos EEUU cómplices. Hombres, mujeres y niños condenados desde su nacimiento a una vida infame, a la persecución y al infierno en la tierra.
Todo esto por pensar que se es el pueblo elegido, que han sido tocados por la mano de Dios, y que la Biblia es la copia simple de la escritura sobre unos terrenos. No conozco a un notario que le diera validez a semejante desfachatez.
Afortunadamente, al ministro del Interior no le dio por bombardear Bilbao o San Sebastián tras un atentado de ETA.