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Úrsula López, con su Compañía Flamenca, en el Teatro Villamarta

Un evento enmarcado en la programación del Festival de Jerez, La cita hoy miércoles, día 6 de marzo

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Úrsula López, con su Compañía Flamenca, en el Teatro Villamarta.

Un evento enmarcado en la programación del Festival de Jerez, La cita hoy miércoles, día 6 de marzo.

Arcángeles, vestidos de faralaes ascienden a los cielos.

Acto III, Comedia sin título, Federico García Lorca.

En tierra hostil, bajo el dominio de los mismos que asesinaron al poeta, la obra de Federico García Lorca sobrevivía, entre otras cosas por mor de los flamencos. Esta obra repasa el flamenco de dentro y del exilio, el que se construyó bajo el franquismo y también entre los desterrados, en el exilio. Y es un flamenco, sobre todo, de hombres, es bajo la losa del franquismo y con el aliento vivo de Lorca -¡qué paradoja!- que se construye, por ejemplo, lo que todavía seguimos considerando el flamenco genuino.

En esta puesta en escena conviven los bailes «puros», de Gades a Farruco, con las dramaturgias que en su tiempo llevaron, de la mano de Lorca, al flamenco a los escenarios más vanguardistas del mundo. En fin, como gritaba en Roma el público que asistía en 1977 a Lorca e il flamenco: «¡¡Lorca ha resucitado!!» Son las generaciones de bailaores y bailaoras flamencas de hoy en día las que recogen esa semilla y las que están abriendo sus frutos.

SINOPSIS

LA DANZA, EL BAILE Y EL FLAMENCO EN LA RESURRECCIÓN DE FEDERICO GARCÍA LORCA

Federico García Lorca estaba escribiendo Comedia sin título cuando fue asesinado a los pocos días del golpe de estado militar que acabaría con la República Española. El sueño de la vida, título alternativo para esta Comedia sin título, nos pone en evidente traslación con La vida es sueño de Pedro Calderón de la Barca, autor de referencia del poeta granadino. Se trata de una mezcla de teatro social, auto sacramental y experimento literario.

Del tercer y último acto Lorca sólo nos dejó una frase: «Arcángeles, vestidos de faralaes ascienden a los cielos»; y ahí precisamente empieza nuestro recorrido por la obra de Federico García Lorca evocada desde el flamenco, desde la danza y el baile que el flamenco convoca.

El flamenco, dentro y fuera de España -también hubo un flamenco en el exilio, en la emigración, hubo flamenco entre los desterrados-, había reconocido ya a Lorca como su poeta y su verbo era imparable. Desde los primeros años de la dictadura, Lorca aparece en la voz -La Niña de los Peines llegó a grabar unas lorqueñas-, en la guitarra y en las danzas y los bailes de los flamencos. Y eso es lo que recogemos en esta obra, esa continuidad de Lorca en territorio hostil y por mor de los flamencos. Pero también su expansión en la esfera internacional, flamenca, desde luego, los flamencos de Europa y de las Américas; o para-flamenca, con muchas obras evocadas que, citando a Lorca, traían también aromas, músicas, pasos de danza propios del cante y el baile jondos.

Pero es que, además, en realidad, estamos en la edad de oro del flamenco, del baile flamenco. Esta obra, por supuesto, tiene una continuidad con El maleficio de la mariposa, nuestra mirada sobre la llamada edad de plata,

los albores del flamenco considerado ya como danza y como ballet. Y si nos atrevemos a invocar ahora el «oro» es por lo evidente: todo lo que el aficionado entiende por flamenco hoy en día nació en esos años, no antes.

Además, si en obras anteriores dedicamos a la mujer y a lo femenino el volcado del mundo lorquiano, ahora, ya con el poeta muerto, es el mundo del hombre y lo masculino al que prestamos atención. No solo por el patriarcado que, a la postre, significaron los años de dictadura. También es que las formas de la masculinidad, con una diversidad que alegraría a nuestro Federico, tomaron formas flamencas. Parecería una contradicción pensar en cierta virilidad homosexual, pero, eso mismo, protagoniza muchas de nuestras estampas flamencas. Como dijo algún crítico, el flamenco de estos años se convirtió en un laboratorio contradictorio de la nueva masculinidad.

En fin, como gritara en Roma el público que asistía en 1977 a Lorca e il flamenco de José de la Vega, como decían, sí: «¡¡Lorca ha resucitado!!» Son las generaciones de bailaores y bailaoras flamencas de hoy en día las que recogen esa semilla y las que están abriendo sus frutos.

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