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“Hay que mezclar tozudez y pasión, disciplina con amor”

Este viernes se presenta el número 18 de la revista poética 'Piedra del Molino' a cargo de sudirector, Jorge de Arco, quien acaba de publicar su nuevo poemario 'Las horas sumergidas'

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  • Jorge de Arco. -

Desde aquella primavera de dos mil cuatro, cuando se presentó el primer número de la revista Piedra del Molino, un empeño poético del poeta arcense nacido en Madrid Jorge de Arco, hemos llegado a hoy, a este viernes veintiuno de junio, donde se presenta el número 18. A las nueve de la noche, en el hotel Peña de Arcos, que desinteresadamente cede sus instalaciones para el evento, se presenta, en efecto, la revista Piedra del Molino, que con el tiempo, la pasión de su director y el patrocinio de instituciones y entidades públicas y privadas, se ha convertido en una de las principales revistas de poesía del panorama poético español e internacional, puesto que da cabida también a versos y traducciones de poetas extranjeros.


La presentación correrá a cargo de Jorge de Arco y contará como siempre con la presencia de los responsables culturales de nuestro Ayuntamiento. El poeta Jorge de Arco, que acaba de ser galardonado con el Premio de Poesía José Zorrilla por su libro Las horas sumergidas, nació en 1969 y es licenciado en Filología Alemana por la Universidad Complutense. Ejerce como crítico literario, algunas de cuyas colaboraciones se publican en este periódico, y ha traducido poesía alemana o inglesa. Su obra literaria se inicia con Las imágenes invertidas, libro al que siguieron Lenguaje de la culpa, De fiebres y desiertos, La constancia del agua o La casa que habitaste, todos ellos galardonados con distintos y distinguidos premios. Su incursión en la poesía infantil y juvenil comprende el delicioso libro Con el balón en juego.


La poesía de Jorge de Arco es intimista pero abierta al mundo, un intimismo de puertas abiertas cuyo principal cometido parece ser la de revelar al lector, a través de la esclarecedora sugestión de los poemas, una realidad otra, un mundo otro más sugerente y más hacedero. Sobre su obra poética, sobre su reciente premio y sobre la revista Piedra del molino, hemos hablado con él y le hemos planteado algunas cuestiones:

—Las horas sumergidas ha ganado el Premio de Poesía José Zorrilla. ¿Un premio más o un espaldarazo a una nueva forma, más íntima aún, más reconcentrada en el hecho poético y sus consecuencias, de escribir poesía?
—Sin duda que todo galardón lleva aparejado un reconocimiento a esa tarea silente que es la que lleva a cabo el creador. Para mí, es un espaldarazo para seguir al pie de las letras, de la devoción que siento por la poesía y, por supuesto, algo que hará exigirme aún más en mi próxima entrega. 


—¿Usted es un asiduo de las páginas de este periódico. Sus críticas literarias son ya un clásico de Arcos Información. ¿La crítica literaria es un trabajo de riesgo? O más claro: ¿ha perdido algún amigo a quien no le han hecho gracia sus comentarios?
—La crítica literaria es un trabajo complejo, arriesgado por cuanto conlleva el tener que interpretar y desentrañar el personal ámbito literario del artista; además, siempre ha tenido fama de ser un trabajo mal pagado, pues no hay un equilibrio entre el tiempo que se emplea y la compensación económica que se recibe. Al margen de estas consideraciones, es un trabajo apasionante, pues te permite estar al día de lo que se publica, de las variadas propuestas y diversas estéticas que van surgiendo, e implica, a su vez, un incesante ejercicio de escritura. En lo posible, procuro reseñar -como aprendí de Eugenio d´Ors- los libro que me gustan.  Y tal vez éste sea el secreto que me ayuda a mantener a los enemigos muy alejados.


—Siguiendo con la crítica literaria. ¿Se afina la obra propia leyendo y “enjuiciando” la ajena?
—Pienso que sí, pero siempre y cuando el escritor sea humilde, crítico y exigente consigo mismo. En caso contrario, las lecturas de otros libros sólo servirán para que el creador se guste más a sí mismo; si no tiene la capacidad suficiente para distanciarse de su quehacer nunca dejará de comparar lo ajeno con su propia obra.


—Piedra del molino. Nueve años al frente de ella, dirigiéndola y enarbolándola contra la crisis económica, contra los vaivenes y vendavales de subvenciones y otras borrascas. ¿Hay que ser muy tozudo, muy “cabezón”, hay que creer tanto en la poesía como para no abandonar?
—Pienso que para hacer realidad los proyectos, hay que mezclar la tozudez con la pasión, la disciplina con el amor. Piedra del Molino nació en la primavera de 2004 con el impulso y el empeño de otros poetas arcenses que creyeron  -y creen- en la poesía, no sólo como un género literario, sino como una expresión de vida. Yo, como director de la publicación, he luchado desde entonces con todas mis fuerzas para que esta verdad lírica no cese. En este tiempo, he visto, por desgracia, como muchas revistas literarias han ido desapareciendo por culpa de las dificultades -cada vez mayores- que tiene el formato de papel y los obstáculos para encontrar patrocinios. Mi ilusión sigue intacta casi una década después y, a buen seguro, que Piedra del Molino seguirá siendo, durante muchos años, una de las revistas de poesía más importantes del actual panorama de las letras españolas.


—Uno piensa que todo traductor no “traduce”, o sea, que no lleva de una lengua a otra, sino que escribe otro poema, “su” poema. ¿Usted está de acuerdo? ¿Cuándo traduce a un poeta extranjero le pone su propia voz?
—Creo que es inevitable poner algo de uno mismo cuando se le da voz a otro poeta. Pero, en mi opinión, esa aportación debe ser muy sutil, muy leve. Yo nunca he creído en que ese poema que traduzco tenga que ser otro poema: es el mismo, en otra lengua, y los temas, los sentimientos, los espacios vitales de la poesía…., tienen un idioma común, una lengua cómplice que permite verter esos versos sin hacerles perder su autenticidad original. Cuando uno aprende un idioma, lo hace para sentir el alma de una tierra. Y ello debe pesar a la hora de acercar al castellano el decir de otros autores.


—Ahora se pide, desde algunos círculos, que los poetas se comprometan con la realidad social, que denuncien la crisis económica y sus consecuencias. Particularmente pienso que la poesía, que es oficio de eternidades, no tiene por qué entrar en esas vicisitudes, al menos de forma consciente y premeditada. ¿Cómo lo ve?
— A raíz de mi premio José Zorrilla, es una cuestión que me han preguntado muchas veces en los cuatro últimos meses. Coincido en que, de forma premeditada, la poesía no debe llevar anudado un compromiso social, político…. Sin embargo, el poeta, como cualquier otro ser humano,  vive al día la realidad que nos está tocando vivir,  lee los periódicos y ve las noticias… Y es muy probable, que si no es de forma explícita, sí que desde sus adentros toma conciencia de lo que está pasando. Y por ello,  en sus versos aflorarán, con más o menos intensidad, el peso de la vida, el paso de los años, la mirada distinta con la que vio el ayer y otea el mañana, el presente inquietante, incierto, que lo circunda. También es cierto, que lo que otros descubren al hilo de los poemas que uno escribe -p.ej., el crítico literario-, es distinto, en ocasiones, a lo que uno cree. Y a mí, en este último libro, me han “descubierto” instantes de corte más “social” de lo que yo mismo imaginaba.

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