“Mi trabajo es mentalizar a mis jugadores día a día de que esto va a ser muy duro, pero estoy convencido de que ellos lo saben igual o mejor que yo”, asegura Albert Costa, 34 años, capitán del equipo español de la Copa Davis, ganador de esta competición en 2000, en el Palau Sant Jordi de Barcelona, el mismo escenario en el que a partir de mañana viernes se disputará otra final.
Han pasado nueve años, y Costa ha dejado de ser aquel jugador elegante, de enorme potencial, campeón de Roland Garros, dueño de un trocito de la primera ensaladera de plata del equipo español, para entrenar a la que probablemente es la mejor generación de la historia del tenis español. Casi una década en la que España ha ganado otras dos ensaladeras más.
Quienes conocen a Albert saben lo que le hubiera gustado vestirse de corto en la final de Sevilla de 2004, en la de Mar de Plata del año pasado, también en la que empezará en tres días en la Ciudad Condal.
“Lo más bonito del tenis es poder ser jugador, estar en la pista, vibrar con el público. Es lo que uno lleva dentro. Ahora soy entrenador -un entrenador muy motivado e ilusionado eso sí- porque no puedo ser jugador, esto hay que tenerlo claro”, se confiesa en una entrevista concedida a Efe.
Precisamente porque ha sido jugador, y además un gran jugador de Davis, sabe que en esta competición “todo puede pasar”. Así que no se cansa de articular el más prudente de los discursos cada vez que se le recuerda que España es sin duda favorita.
“Hay una exceso de euforia, no dentro del equipo, sino ahí fuera, en todo aquello que yo no puedo controlar. Si esta eliminatoria no la afrontamos al cien por cien, no lo encaramos con mucha humildad y mucho trabajo y no jugamos bien, seguramente no ganaremos, porque los checos vienen aquí ultramotivados y son muy buenos jugadores de tenis”, advierte.
De Radek Stepanek, destaca que es “un jugador con mucha experiencia, cortafísicos –que no da ritmo de juego– que nunca te deja estar tranquilo” y de Tomas Berdych que “tiene mucho talento, mucho potencial, pero es un poco más inexperto”.
Ambos disputan también el doble, “donde están muy compenetrados”, así que Costa entiende que una de las claves será llevarles al límite en cada partido. “A la larga, si lo tienen que jugar todo ellos, se les puede complicar”.
Por lo demás, el capitán español está tranquilo. La pista “está perfecta” y sus jugadores “se están entrenando muy bien y no tengo duda de que llegarán al cien por cien”. Ni siquiera el estado físico de Fernando Verdasco, con una elongación en el músculo psoas ilíaco de su pierna derecha, le quita el sueño, pues espera que “en un par de días ya esté a tope”.
A partir de mañana, Costa volverá a experimentar la magia del Sant Jordi, a respirar el ambiente de una gran final, y seguro que recordará viejas sensaciones, aunque esta vez no puede abandonar su puesto junto al juez de silla, en la zona reservada para los componentes del equipo español.
“La responsabilidad es totalmente distinta. Como capitán debo escoger a los mejores jugadores en cada momento y como jugador tenía que salir ahí e intentar darle el punto a España. Son responsabilidades distintas, pero las dos son emocionantes e ilusionantes”, reflexiona.
Lo peor de su nuevo cargo en el equipo español es haber tenido que dejar fuera del equipo a dos tenistas, ex compañeros suyos que habían contribuido en eliminatorias precedentes a que España pueda defender el título, Tommy Robredo y a Juan Carlos Ferrero, aunque este último ha acudido a la concentración como jugador reserva.
“Es lo mas feo del capitán, que tiene que dejar fuera a grandísimos jugadores que han dado puntos durante todos esto años. Sólo pueden estar cuatro y haber quitado a cualquier otro también habría sido injusto, pero si ganamos la Davis para mí todos serán ganadores”, sentencia.