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El jardín de Bomarzo

La doctrina del shock

Resulta evidente que el gobierno, estos nuestros -central y autonómicos- y otros, andan con la vara de medir entre crisis sanitaria, económica y social

Publicado: 30/10/2020 ·
12:22
· Actualizado: 30/10/2020 · 12:22
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  • El jardín de Bomarzo.
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Bomarzo

Bomarzo y sus míticos monstruos de la famosa ruta italiana de Viterbo en versión andaluza

El jardín de Bomarzo

Todos están invitados a visitar el jardín de Bomarzo. Ningún lugar mejor para saber lo que se cuece en la política andaluza

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"La vida misma es la voluntad de dominar". Nietzsche.

La premisa principal que sostiene La Doctrina el Shock de la periodista Naomi Klein es que los poderes políticos "se benefician de episodios provocados de gran conmoción para imponer medidas de gobierno impopulares. De este modo, la aceptación y asimilación de estas reformas se realiza sin ninguna resistencia".

El anuncio de estado de alarma y el cierre perimetral de Andalucía y de otros 449 municipios de los 785 que conforman la comunidad y la posibilidad de que esta situación se prolongue hasta mayo nos ha resituado sobre el suelo: es peor de lo que intuíamos. La práctica cancelación -tal y como las conocíamos- de fiestas tan tradicionales como Navidad, carnavales, semana santa o ferias representa un golpe mortal para la economía de una tierra como Andalucía que, en gran parte y por desgracia, vive sobre todo de lo que genera el sector servicios y este se alimenta de los picos que atrae en estos momentos cumbres y la supresión con tanta antelación de todo deja al sector, a las provincias y a la comunidad al borde del abismo. No se discute la necesidad, pero es obvio que lo que hasta ahora parecía un punto y aparte en un modelo económico y social a cuenta de la pandemia está mutando hacia un punto y final y, puede, no volvamos nunca a donde estuvimos antes de todo esto, los modelos de negocio se precipitan unos al abismo y otros elevan vuelo celestial y las relaciones sociales se regirán por mucho por otras pautas de comportamiento. La próxima Navidad, en este sentido, se presenta como el más cercano ejemplo de un cambio general que no tendrá vuelta atrás.

Resulta evidente que el gobierno, estos nuestros -central y autonómicos- y otros, andan con la vara de medir entre crisis sanitaria, económica y social y, en el horizonte inmediato, cómo detener la escalada de contagios, salvar la crisis sanitaria en materia de hospitalizaciones y hacerlo sin que la economía se detenga del todo y provoque una crisis de consecuencias imposibles de medir. Salvar la Navidad si es que esto es posible. Unas fechas que nos reúnen en comidas de empresas durante todo diciembre, en mercados para compras y reuniones familiares, en centros comerciales, en zambombas, nacimientos o bajo los alumbrados de las ciudades, fechas en las que nos juntamos y el no hacerlo añadiría la más peligrosa de todas las crisis y es la emocional, precisamente la que va en aumento.

En Navidad el consumo en bares, restaurantes y comercios se dispara y tan necesario es en un momento donde la economía se está ralentizando tanto que corremos el riesgo de que se pare del todo si todos nos quedamos en casa, sin consumir, comprando solo a través de un Amazon que ya tiene red propia de distribución, reparte en domingos y a quien el confinamiento está viniendo de perlas, lo contrario que al mercado tradicional, a la pequeña tienda de ropa o complementos a la que apenas quedan ya balas para resistir. El Corte Inglés se adapta y para competir con Amazon pone en el mercado su servicio prime llamado plus y que por veinte euros al año hace entregas gratis a domicilio en menos de dos horas. Esto no tiene marcha atrás. La crisis precipita el cambio, unos se adaptan, otros mueren.

En siete meses y medio estamos poniendo a prueba nuestra capacidad de adaptación, nuestros gobernantes manejan estrategias de comunicación focalizadas a que el pueblo vaya asumiendo lo que ha de venir para que cuando llegue ya tenga asumido que no hay más opción y todo hace pensar que se avecina otro confinamiento; para ello, la medida del estado de alarma sin confinamiento, unido a la inmediata escalada de toma de decisiones autonómicas de cierres perimetrales no deja de ser, quizás, la ante sala de un próximo confinamiento. Más aún cuando ya empiezan a adoptarlos países europeos como Francia o Alemania. Quizás la idea podría ser confinar ahora para llegar a la Navidad con una mejoría sustancial de los índices y, así, poder reducir las restricciones de movilidad y permitir las compras aunque sin fiestas ni comidas de grandes grupos. La otra opción, la de estar confinados durante esos días supone clavar la puntilla al comercio y a la hostelería. Sea cual sea las medidas que nos esperan, las comunidades  autónomas ahora experimentan lo que es tener que decidir qué medidas aplicar, cuándo y dónde y algunas como la andaluza están cayendo en lo mismo que cayó el gobierno central al principio en cuanto a improvisaciones, retrasos en la publicación de las medidas, ocultación de datos, información tardía y escasa a los alcaldes; lo que queda claro es que para todos los gobiernos, sean cual sean sus siglas, se antoja muy difícil acertar con qué ha de hacerse para frenar un virus del que poco conocemos y hacerlo sin hundir del todo la economía. 

Especialistas sobre la situación en China cuentan cómo el gobierno presume de no tener actualmente ni un caso de contagio, de haber eliminado el virus. Pero, según ellos, han dejado de hacer test y quien muere no contabiliza por Covid-19; eso sí, con la sociedad ajena a la realidad, la vida se ha normalizado y la economía se está recuperando. Miedo da que esto pueda ser cierto porque sería un ejemplo claro de manipulación del pueblo y ocultación de datos con el único objetivo de primar la recuperación económica sobre la salud pública y esto bajo un gobierno comunista que controla todo, incluido los medios de comunicación.

La información es poder y la relativa al Covid-19 la manejan los gobiernos, en nuestro caso los autonómicos que son los que gestionan los centros hospitalarios y las residencias públicas de la tercera edad, por esto se ha llegado a decir que Madrid estaba dando datos menores a los reales con el fin de justificar la oposición del PP al estado de alarma impuesto por el gobierno central. Del mismo modo, en Andalucía de repente en esta semana pasamos a situarnos peor que en la comunidad madrileña y hay municipios que hace dos días estaban en nivel 1 y hoy aparecen en nivel 4. ¿Ha habido un empeoramiento rápido y veloz en pocos días?, ¿se hacen más test?, porque también en función del número de test y PCR que se realicen tendremos más resultados de positivos que si se realizan menos. Al igual que si los resultados de los PCR tardan, entre tanto los positivos aún no se contabilizan. Por tanto, imposible comparar de forma homogénea la situación entre las distintas comunidades autónomas porque depende de los distintos criterios que se apliquen, de los diferentes medios con que cuentan e, incluso, de decisiones políticas. Vivimos inmersos en incógnitas, contradicciones y cada día que pasa palpamos con mayor intensidad la falta de criterios unificados para todas las autonomías, la disparidad de medios, la opacidad de los datos comunicados, el enfrentamiento político y el escaso conocimiento sobre el comportamiento del virus, de ello la toma de decisiones y de medidas que, a la vista está, no son efectivas. Lo que nos lleva a dudar de que los distintos gobiernos nos estén contando la verdad de la situación porque da la sensación que la política electoralista no deja de estar presente en la toma de decisiones y aún más en los mensajes que se trasladan a la sociedad. Todo esto reduce la confianza hacia quienes nos gobiernan y aumenta la sensación de rebaño. Un rebaño hoy encaminando a recluirse en su corral, resignado y temeroso -en shock-, sin opción a que valore si es conveniente rebelarse contra quienes han dirigido una crisis que la historia recordará como ejemplo de mala gestión desde el principio y, veremos, con qué final.

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