La movilización de unos ochocientos voluntarios por la Sociedad Española de Ornitología (SEO) para la limpieza del río Guadiamar, tras el desastre minero de Aznalcóllar (Sevilla), forjó el voluntariado ambiental en España, según ha destacado a Efe el coordinador de esta ONG en Doñana, Carlos Dávila.
Dávila, junto a otros miembros de la actual SEO/BirdLife que trabajaron en esta descontaminación durante casi dos años, han vuelto esta semana al Guadiamar, veinte años después del considerado como uno de los mayores desastres ambientales de España, junto al del Prestige, para recordar esta movilización que, destaca, "supuso un antes y un después en el voluntariado ambiental español".
La rotura de la balsa de la mina de Aznalcóllar vertió el 25 de abril del 1998 unos dos millones de metros cúbicos de lodos y cuatro de aguas contaminadas al río Guadiamar, en una riada de 500 metros de anchura que recorrió 62 kilómetros aguas abajo, hasta Entremuros, el tramo final de este río y límite del Parque Nacional de Doñana.
El coordinador de SEO/BirdLife en Doñana recuerda que fueron más de dos mil las personas de varios continentes que se ofrecieron para colaborar en esta limpieza, en una movilización desconocida hasta entonces en España y que impulsó el voluntariado ambiental que eclosionó, cuatro años más tarde, tras el accidente del Prestige.
Tanto Dávila como Francisco Romero, delegado de SEO en Sevilla cuando ocurrió la catástrofe y actual vocal de la directiva de SEO/BirdLife, no han olvidado las imágenes dantescas que vivieron nada más llegar a la zona, con montañas de lodos negros de varios metros de altura, peces saltando para escapar de las aguas ácidas y aves llenas de lodos tóxicos.
"Al principio fue una locura, porque no sabíamos exactamente si Doñana se iba a perder para siempre y qué es lo que teníamos que hacer", recuerda Romero a Efe.
A Dávila no se le ha olvidado, veinte años después, "la angustia" que sintió cuando llegó al Guadiamar, "que de repente se volvió negro", y supo que los lodos estaban cargados con cadmio, zinc, mercurio o plomo, metales pesados cuya contaminación permanece durante decenios.
"Se tomaron decisiones apresuradas para contener la riada con muros de tierra y no sabíamos lo que iba a suceder, si Doñana iba a desaparecer debajo de aquella capa negra de veneno, hasta que nos pusimos en contacto con las administraciones y se canalizó la ayuda que empezamos a recibir", recuerda.
Los voluntarios de SEO, llegados incluso desde Canadá o Filipinas, trabajaron en el Guadiamar durante casi dos años y su primera labor urgente fue rescatar huevos y pollos de los nidos, y limpiar cientos de aves atrapadas en los lodos tóxicos.
"No me cabe ninguna duda de que hubo un antes y un después de esta actuación, que fue una demostración del enorme interés en dar una respuesta social ante una situación de crisis ambiental, y propició que ese germen fructificase y que actualmente continúe", añade.
Dávila y Romero consideran "modélica" la limpieza del Guadiamar, pero también reclaman más actuaciones para que este río se consolide realmente como el pretendido corredor ecológico que conecte las marismas del Guadalquivir y Sierra Morena.
"Doñana aislada es sentencia de muerte; por eso, necesita este corredor; hacen falta más inversiones, orientadas hacia la conservación más que hacia la utilidad pública del corredor, que es lo que ahora prevalece", opina Moreno.
Para Dávila, es importante destacar la "amenaza" que supone la reapertura de la mina de Aznalcóllar para el Guadiamar y para Doñana, por lo que pide que no se olvide el esfuerzo de miles de trabajadores y de voluntarios, así como los cientos de millones de euros invertidos en revertir el desastre minero, para que no se vuelva a repetir.