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Me queda la palabra

Lágrimas en Eindhoven

Horas antes, con algunos “supporters” del PSV como protagonistas, un espectáculo de lo más denigrante se producía en la Plaza Mayor de Madrid.

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En el partido de Champions League celebrado en Madrid, programado para el martes día 15 y que estuvo a punto de continuar al día siguiente por su inusitada duración, el PSV, el equipo de la localidad holandesa de Eindhoven, famosa mundialmente por ser sede de la multinacional Philips, la que durante más de un siglo fue una de las más importantes de Europa en iluminación y aparatos electrónicos, cayó en el octavo penalti ante el Atlético de Madrid.
Tras un soporífero partido en el que los holandeses rendían visita a Vicente Calderón con mínimas expectativas y que tuvo opciones de ganarlo, el sueño del equipo holandés se truncaba en el lanzamiento de su jugador Narsingh, que se estrellaría contra el larguero, tras doscientos diez minutos de juego y catorce lanzamientos infalibles, previos al citado. Cuando el jugador rojiblanco, Juanfran,  sí cumpliera con su cometido, toda la ilusión de volver a puestos de privilegio en el concierto europeo se desvaneció, de un  equipo que fue grande en la historia del fútbol, ganó la Copa de Europa de 1988, y hoy venido a menos, como otros equipos de su país, el Feyenoord, campeón de Europa en el 1970, o el Ayax, con cuatro de estos títulos, tres seguidos tras el del Feyenoord, en la época dorada del fútbol holandés con su maravillosa selección, la conocida por la “Naranja Mecánica”. En ese momento toda la ilusión se convirtió en frustración y las lágrimas inundaron los ojos de la gente de Eindhoven. Lágrimas de seguidores del deporte tan sentidas como excesivas.
Más lagrimas se merece la segunda parte. Horas antes, con algunos “supporters” del PSV como protagonistas, un espectáculo de lo más denigrante se producía en la Plaza Mayor de Madrid. Varios holandeses llegados a Madrid con el propósito teórico de apoyar a su equipo, se dedicaban a tirar monedas a varias mendigas rumanas para que les sirvieran de diversión. La repugnancia que tales conductas han generado no se ha hecho esperar; lógicamente, las autoridades holandesas como los responsables del club se han apresurado a criticar duramente hechos tan reprobables y por nuestra parte, el Ministro del Interior ha anunciado, como no podía ser menos, que tomará medidas que den repuesta  a tan graves hechos, coincidiendo con el clamor en todos los medios.
No debió ser tan adecuada la actuación de algunos agentes del orden de quienes se comenta en la prensa que presenciaron los hechos y lo más que hicieron fue obligar a marcharse a las mendigas, y tampoco es que sirva de consuelo que, además de la humillación que provocaron los indeseables hinchas, lo acompañaran de frases del más claro catálogo xenófobo fascistoide, como “No se os ocurra acercaros a nuestra frontera”. Aparte de la inmundicia de sus actitudes, la más frecuente retahíla racista que invade Europa y que mantiene el escandaloso trato que reciben los refugiados sirios, se repite con cierta proximidad a la de la ideología que avanza peligrosamente por la retrógrada y egoísta Europa. De aquellos polvos, vienen estos lodos.
Todos estos ingredientes completan la receta de la radicalidad irracional de los fanáticos del fútbol; si algo hay que deje de alegrarnos es que esta gente del PSV cayeran eliminadas, no ha de ser por evitarles el cabreo a todos los descerebrados aberrantes e ignominiosos que corearon la siembra de monedas en la Plaza Mayor, pero sí por recordar que otros de una calaña parecida, como los ultras del Frente Atlético, habrían gozado cumpliendo su equipo el objetivo. El consuelo, aunque sea de bobos, es que no son mayoría, pero visto lo visto y si no se hace nada con determinación, ya veremos en que queda esto en los próximos años.
Avisados estamos y ... el que avisa no es traidor.

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