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El sexo de los libros

El patriotismo de los canallas

Las pretendidas diferencias entre nacionalismo y patriotismo constituyen una evanescente amalgama sub-teórica que, en resumidas cuentas, sólo opta por el inhábil recurso de ocultar una mentira con otra mentira...

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  • Patriotismo (colombiano)

La primera cita es de Arthur Schopenhauer: “Todo imbécil execrable, que no tiene en el mundo nada de que pueda enorgullecerse, se refugia en este último recurso, de vanagloriarse de la nación a que pertenece por casualidad”. La afirmación del filósofo alemán resalta por su incontestable sentido común.

La valoración desmesurada del espacio en el que uno ha venido al mundo, por el simple motivo de ser la propia cuna,    ha sido objeto de numerosas y agudas  críticas, sobre todo a partir de la eclosión de los nacionalismos durante la edad romántica, la era de las revoluciones.

El nacionalismo es un fenómeno paralelo  al de las ínfulas de familia: otro vicio rutinario debido al puro azar que también arrastra a gentes de toda clase y condición a posturas aberrantes del tipo aquí estoy yo y los míos con razón o sin ella, lo que nada tiene que ver con el afecto sensato y natural por los parientes.

“El nacionalismo –decía George Bernard Shaw- es la extraña creencia de que un país es mejor que otro por virtud del hecho de que naciste ahí”.

Todas estas directrices inciden en el mismo juicio de rechazar el énfasis dramático y el absolutismo ideológico en torno a lo que no es sino un conjunto considerablemente amplio de graves  disfunciones emocionales, tanto a nivel  individual como colectivo, con peligrosas implicaciones políticas y sociales. Luego ese emocionalismo pasa a ser manipulado y explotado por los profesionales de la res publica, bandidos del Estado, otra monstruosidad. 

Las pretendidas diferencias entre nacionalismo y patriotismo constituyen una evanescente amalgama sub-teórica  que, en resumidas cuentas, sólo opta por el inhábil  recurso de ocultar una mentira con otra mentira, para, al final, ofrecer como único resultado la funesta y ridícula cataplasma patriotera fabricada a base de la costra del  aldeanismo y la grasa de la necedad. Y lo peor es que los apologistas de ambos engendros –nación y patria- aparecen en escena componiendo presuntas  sutilezas de metafísica política. Las nomenclaturas elaboradas por la Politología se han revelado ineficaces a la hora de querer  dilucidar estas entelequias. 

La sentencia más célebre y repetida en torno a la materia que nos ocupa sigue siendo la del doctor Johnson: Patriotism is the last refuge of a scoundrel. “El patriotismo es el último refugio del canalla”; frase que, según Boswell, biógrafo del escritor inglés, fue pronunciada en la tarde del 7 de abril de 1775 y cuyo contexto se desconoce, pero que podría aludir no al patriotismo en general sino al falso patriotismo, tema sobre el que versa su panfleto The Patriot (1774), dirigido contra el Primer Ministro William Pitt. De hecho, tenemos testimonios de Johnson en los que elogia una forma positiva de patriotismo, aunque no es éste el momento ni el lugar para hablar de ello.

Si la estima a la patria-nación pudiera responder, siempre dependiendo de las circunstancias, a necesidades lógicas y equitativas, es ésta una cuestión que habrá de ser evaluada en función de cada  caso histórico; pero aun así, las esperanzas respecto a la preservación en este ámbito de un orden racional son escasas.

Erich Fromm supo establecer con nitidez la contigüidad y, en suma, la perversa identidad de las falacias de nación y patria: “El nacionalismo es nuestra forma de incesto, es nuestra idolatría, es nuestra locura. El patriotismo es su culto”. 

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