Más números
Siguen viniéndome nuevos datos de los sueldos que cobran los que nos mandan. Y me pasman de tal modo, que los añado a los que ya teníamos (me refiero a un artículo que publiqué en esta misma sección el día 4 de febrero pasado)...
¿Saben ustedes que el señor presidente del gobierno (sí, don José Luis Rodríguez Zapatero) tiene asignado un sueldo anual de 89.303 euros (14.859.000 pesetas) que suponen un sueldo mensual de 7.080 euros (1.178.013 pesetas)? El señor Montilla, del que se duda que haya acabado el bachillerato, tiene un sueldo anual de 159.418 euros (26.524.923 pesetas) que suponen mensualmente la bonita cifra de 13.285 euros (2.210.438 pesetas/mes), es decir, mucho más elevada que la del señor presidente. Doña María Teresa Fernández de la Vega Sanz(vicepresidenta del gobierno de España) tiene un sueldo más discreto: 83.936 euros (13.965.775 pesetas) que suponen 6.995 euros/mes (1.163.870 pesetas/mes). De todas maneras, cantidades por las que suspirarían cuantos están dedicados a vender su trabajo a empresas privadas (¡que no decir de los que han perdido puestos de trabajo, sueldo y pasan hasta hambre!). Doña María Emilia Casas Baamonde, presidenta del Tribunal Constitucional, recibe al año por este puesto 142.077 euros (23.639.623 pesetas) que hacen al mes la suma de 11.840 euros (1.970.010 pesetas/mes). ¡Caramba!: casi alcanza al señor Montilla Aguilera en sus percepciones salariales. Don Francisco José Hernando Santiago, presidente del Tribunal Supremo y del Consejo General del Poder Judicial, tiene una asignación anual por estos cargos de 142.080 euros (23.640.122 pesetas), es decir, una mensualidad de 11.480 euros (1.910.111 pesetas/mes). Don Alberto Ruiz Gallardón, alcalde de Madrid, gana 90.590 euros/año (15.072.907 pesetas/año), es decir, 7.549 euros/mes (1.256.048 pesetas/mes. Doña Esperanza Aguirre y Gil de Biedma, presidenta de la Comunidad de Madrid, se conforma con una asignación anual de 74.490 euros (12.394.093 pesetas/año), un mensual de 6.208 euros, es decir, 1.032.924 pesetas/mes (la más pobre de entre los políticos).
Lo que sí pasma más es la remuneración que tienen asignada los banqueros (la otra pata que nos controla y dirige, aunque estos desde la sombra y con muy superior efectividad). Don José Ignacio Goirigolzarri (consejero-delegado del BBVA) tiene una asignación salarial al año de 2.800.000 euros (esperad que la máquina me da error cuando trato de traducirlo en pesetas: ya, 468.880.800 pesetas). Es decir, 233.333 euros/mes (38.823.344 pesetas/mes). Don Francisco González, presidente del mismo banco (BBVA) gana anualmente 3.600.000 euros (598.989.600 pesetas), que, traducido en mensual, supone la cifra de 229.167 euros/mes (38.130.180 pesetas/mes). Don Emilio Botín Sanz de Sautuola García de los Ríos, presidente del Banco de Santander, tiene una nómina asignada en el banco de 2.750.000 euros/año. Es decir, de 457.561.500 pesetas/año), que suponen un mensual de 229.167 euros(38.130.180 pesetas/mes). Sale ya de todas las normas imaginables el salario de don Alfredo Sáenz Abad, consejero-delegado del banco de Santander. Tiene un sueldo anual de 6.250.000 euros (1.039.912.500 pesetas/año), es decir, de 520.833 euros/mes (86.659.319 pesetas/mes).
¿A que sí? ¿A que nos convendría mucho que estos niveles salariales se extendiesen a los demás cargos y empleos? ¿A que todos saldríamos de apuros con estos emolumentos? Confesadlo… ¡Nos conformamos con mucho, muchísimo menos!
Llama la atención que don Alfredo Sáenz tenga una asignación tan desproporcionada con respecto al resto de los banqueros; y lo que es más extraño, que sea tan superior a la de su patrón, don Emilio Botín. Os aseguro que eso es impropio de don Emilio; es decir, que la cosa tiene trampa incorporada. Yo, con mi mala intención de siempre, creo que los palos pintan por el aquel de las cotizaciones fiscales de don Emilio; que luego le quedan flecos, faldas y faldones que le permiten superar muy ampliamente lo que le ha asignado a don Alfredo. De la misma manera que no podemos pensar que las asignaciones a políticos sean viudas, es decir, que no estén acompañadas por otras minucias que de vez en cuando se ponen de manifiesto y nos asustan: sea por las cifras que salen a la luz, sea por las inversiones inauditas que se les publican.
¿Entendéis ahora por qué se aferran con tamaño afán a esos puestos? ¿Dónde podrían encontrar, en la vida civil (la que nos toca soportar a todos) remuneraciones tan enjundiosas? Y ¡claro! resulta especialmente importante para ellos, fundamental para sus economías, superar cada cuatro años esa revalidilla a la que vienen obligados por imperativos de la Ley electoral.
¿Somos todos iguales? ¿O son menos iguales los políticos y los banqueros (cuyo dinero es también de nuestra procedencia, porque nos lo van quitando poco a poco –o mucho a mucho, al menos así pensamos algunos– con el aquel de “cargamos en su estimada cuenta”, “abonamos en su estimada cuenta”)?
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