Cuarto domingo de Cuaresma. Dieciocho imágenes en besamanos y besapiés, y alguna más que se habrá escapado. Tampoco hace tanto tiempo, pero ya queda lejano en el recuerdo. Antes de que se produjera la revolución digital, el besamanos de una dolorosa o el besapiés de un nazareno o un crucificado eran algo serio. Bien es cierto que el ambiente de según qué templos tampoco invitaba precisamente al recogimiento y la oración. Los desmanes, por regla general, estaban en cualquier caso muy localizados.
Un buen día todo cambió. La revolución digital hizo posible que cualquiera -profesional, aficionado o nosabenocontesta- pudiera hacer fotos a troche y moche sin necesidad de gastar una fortuna en carretes y revelados. Poco a poco fueron ganando terreno y, unos con un móvil y otros con la cámara de la comunión, empezaron a ampliar el cerco entorno a las imágenes expuestas en besamanos y besapiés.
De tal modo que si antes se hacía una foto por cada cien besos, ahora ocurre justamente lo contrario. No hace demasiado tiempo, era el fotógrafo el elemento ajeno al besamano. Hagan hoy mismo la prueba y comprueben que ya no es así. Si tiene intención de rezar ante la Virgen o el Cristo de sus devociones a ras de suelo -algo que sólo ocurre una vez al año- se dará cuenta de que quien está sobrando ahora es precisamente usted.
Les confieso que no se me ocurre el modo adecuado de llevar las cosas a su punto inicial, sobre todo si se tiene en cuenta de que vivimos una época en la que da la sensación de que cualquiera puede hacer lo que le venga en gana. Prohibir las fotografías en el interior de los templos podría resultar contraprudecente. Quizá cada cofradía debiera reservar unas determinadas horas para los fotógrafos, entregándose previamente un número limitado de permisos a los interesados.
En cualquier caso, alguna medida habrá que adoptar para reconducir una situación ya totalmente desmandada. Los besamanos y besapiés se han convertido por obra y gracia de la revolución digital en meros pases fotográficos en los que importan más los píxeles y los megas que las oraciones.