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Breaking Bad, el inevitable adiós a una serie magistral

‘Breaking Bad’ ha sucedido como fenómeno televisivo a ‘The wire’. Su última temporada, ofrecida en dos partes, ha acrecentado el interés por una serie imprescindible que aguarda al inevitable desenlace. por A.Ceballos

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Breaking bad es una serie de origen humilde, hasta el punto de que su primera temporada se vio reducida a siete episodios a causa de la huelga de guionistas de Hollywood. De origen humilde, pero desbordante talento. Cuando se dan ambas circunstancias lo más probable es acabar reducido a la etiqueta de obra de culto y que muy pocos sepan de tu existencia, aunque cabe la posibilidad de que algún crítico ejerza su reivindicativa defensa y poco a poco vaya contagiando a otros críticos sensibles con la causa, o que tus opciones reales pasen por el boca a boca. Esto último es lo que le ha ocurrido a la serie de Vince Gilligan, a la que empezamos a tomar en serio hace apenas año y medio, cuando ya se habían emitido sus primeras cuatro temporadas. A partir de ahí todo ha sido más fácil a la hora de convertirse en un fenómeno televisivo a la altura de The wire, y ya ha sido incluida entre las diez mejores series de la historia y, hace unos días, en el Guiness por recibir una puntuación global de 99 sobre 100 en Metacritic.  

En apenas dos domingos la serie llegará a su final. Es inevitable. Walter White tiene que morir. Lo sabemos desde el primer episodio, en el que le dan poco más de un año de vida a causa del diagnóstico de un cáncer, pero aún así nadie es capaz de adivinar cómo acabará, cómo habrán decidido resolverla.

Hace ya bastantes años, el crítico de cine José María Latorre elogió una película de David Mamet porque no se la sabía. Con Breaking bad ocurre algo muy parecido, y no tanto por los giros argumentales como por la evolución psicológica de los personajes, por esa desesperada conversión de un tipo normal, afable, amistoso, familiar, noble, incluso buena persona, en un calculado y maquiavélico criminal. Una conversión que entendemos y justificamos, por la que sufrimos como espectadores, puesto que encuentra su origen en la natural reacción ante un sistema al que le da igual que te mueras de cáncer si tu seguro no te da cobertura y si tu familia se queda desamparada sin tu sueldo ni tu presencia.

La eclosión ha llegado en esta definitiva quinta temporada que la propia productora ha dividido en dos partes para prolongar aún más la expectación y, de paso, rentabilizar su impacto mundial. La primera se emitió en el verano de 2012 y la segunda arrancó este mes de agosto para culminar el próximo domingo 29 de septiembre.

Quedan dos episodios por delante. Los seis anteriores han sido absolutamente soberbios, magistrales, por encima de lo esperado -los planos iniciales de la introducción del primero, con un grupo de jóvenes haciendo skate en lo que poco a poco vemos que es la piscina abandonada de Walter White es insuperable-, incluso con técnicas narrativas cinematográficas que han enriquecido el clímax dramático de una trama frenética en su desenlace y cuyo hueco será difícil de ocupar en mucho tiempo. Se lo debemos, entre otros, a Vince Gilligan, también a un plantel extraordinario encabezado por Bryan Cranston, Aaron Paul y Anna Gunn. El propio Gilligan se ha reservado, como en anteriores temporadas, la dirección del último episodio, que lleva por título Felina.

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