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SOS Desaparecidos

Según datos del Ministerio del Interior hay contabilizados más de 3.500 seres humanos muertos sin identificar

Publicado: 21/02/2024 ·
13:14
· Actualizado: 21/02/2024 · 13:16
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Autor

José Antonio Jiménez Rincón

Persona preocupada por la sociedad y sus problemas. Comprometido con la Ley y el orden

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Según el Centro Nacional de Desaparecidos (CNDES) -organismo pionero en Europa para coordinar la información sobre personas desaparecidas-, cada año en España se registran más de 22.000 desaparecidos/das, voluntarias e involuntarias, de las que el 94 por ciento de los casos se resuelven el mismo año.

El Consejo de Europa define a la persona desaparecida como "aquella persona ausente de su residencia habitual sin motivo conocido o aparente, cuya existencia es motivo de inquietud o bien que su nueva residencia se ignora, dando lugar a la búsqueda en el interés de su propia seguridad y sobre la base del interés familiar o social", todo ello conforme al Derecho Internacional Humanitario y Derecho Penal Internacional.

Además, en 2010, en España, se creó el Sistema de información de Personas Desaparecidas y Restos Humanos sin identificar (PDyRH), administrado por la Secretaría de Estado de Seguridad, en el que se incorpora la información que, procedente de las denuncias de personas desaparecidas recogida por los diferentes Cuerpos policiales, lo que permite el cotejo automático de cadáveres y restos humanos no identificados facilitando la investigación policial.

Con frecuencia, la desaparición de una persona es un hecho que aparece en las noticias de un medio de difusión a través de un anuncio; pero también puede serlo a través de fotos con leyendas colocadas en las calles de las Ciudades o Pueblos, con la palabra DESAPARECIDO/A y los datos de filiación y físicos de éste y el teléfono de contacto de la familia para el caso de que sea visto. Algunas veces, añaden recompensa por la información.

Es este uno de los mayores sufrimientos que puede padecer una persona a la que le haya desaparecido un familiar directo o indirecto, ya que el no saber que ha sido de su paradero crea una incertidumbre por no conocer si está vivo o muerto.

La coordinación, información y cruce de datos entre las distintas policías se regula por la Instrucción 4/2022 de la Secretaría de Estado de Seguridad por el que se aprueba el I Plan Estratégico en materia de Personas Desaparecidas (2022-2024).

Según información del Centro Nacional de Desaparecidos: “los desaparecidos son una de las áreas que más trabajo dan a las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado. No solo porque la mayoría de las desapariciones son menores que se van de forma voluntaria y regresan pocos días después, sino además por la cantidad de recursos técnicos y humanos que deben emplear en las investigaciones”.
 
Además y según datos del Ministerio del Interior, hay contabilizados más de 3.500 seres humanos muertos sin identificar. Personas que están a la espera de que un ADN los identifique. Pruebas de ADN que en ocasiones nunca llegan por fallos de coordinación entre países, lo que conlleva el sufrimiento de decenas de familias que no pueden cerrar el capítulo más amargo de su vida.

Para muestra un botón. He aquí un hecho real publicado en el ABC el 14 de enero de este año: “Oliver había salido a buscar percebes por Allendelagua, un pueblecito costero a tres kilómetros de Castro Urdiales, en Cantabria. Había veces en las que "solía desaparecer", por eso su familia no le echó en falta los primeros días. Por aquel entonces estaba soltero, en paro, y pensaron que quizá había conocido a una chica y se había olvidado del teléfono. Era algo normal en él.

Pasaron dos años sin saberse nada de él, por lo que la familia interpone denuncia por desaparición y, días más tarde, localizaron la ropa de este joven de 35 años en un acantilado del municipio. "Eran las zapatillas que le había regalado a mi hermano", relata Mikel, su hermano mayor. "Empezamos a buscar por nuestra cuenta, a hacer presión en redes sociales y, gracias a eso, arrancó la búsqueda oficial, que sólo duró tres días".

El cuerpo de Oliver seguía sin aparecer; pero pasado unos meses, por casualidad, Mikel se topa con un artículo en un periódico gallego: han localizado un cadáver en la costa. Decide llamar por su cuenta a la comandancia de la Guardia Civil en Lugo: "Les dije que mi hermano llevaba un neopreno negro y rosa, unos escarpines, que tenía implantes en la boca, unos tatuajes...".

Horas más tarde, habla con un empleado de una funeraria privada de Galicia. Allí estaba el cadáver: "aquel hombre me dice que la descripción coincide con la de mi hermano...aunque lo de los tatuajes ya no es relevante porque el cuerpo llevaba meses en el mar". En ese momento, recuerda, empezó el calvario. Al no haberse confirmado genéticamente que era su familiar, no reciben apenas información y no pueden recuperar los restos. "Es horrible saber que el cuerpo de tu hermano está en un frigorífico en Galicia y no poder incinerarlo o enterrarlo. No nos atrevíamos ni a decírselo a mi madre", cuenta Mikel, aún destrozado.

Después de meses de lucha para constractar los datos del ADN, por fin logran incinerar los restos de Oliver. Habían pasado once meses desde la denuncia de su desaparición y ocho desde que lo encuentran en Galicia. Toda una tragedia.

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