La importación de Halloween no es sino la consecuencia directa de la falta de argumentos de quienes tienen la encomienda de formar a los pequeños, que en ocasiones no saben cómo dar contenido a las horas lectivas que restan entre puente y puente. Entonces es cuando sin saber por qué empiezan a reproducirse calabazas sin motivo aparente, cuando en España la única calabaza con mediana tradición es la Ruperta de Chicho Ibáñez Serrador y Mayra Gómez Kemp.
Siempre habrá quien pretenda zanjar el debate defendiendo la teoría de que este tipo de celebraciones no hacen daño a nadie. En efecto. El hecho de que los niños y niñas repartan caramelos vestidos de negro y naranja es inocuo. Tanto como celebrar el día de San Patricio o el de la Independencia, como tirarse a una fuente cuando los Lakers ganen su próximo anillo. Total, no hace daño a nadie...
La historia de los pueblos, sin embargo, se escribe día a día en base a pequeños hechos cotidianos que terminan arraigando entre la población para convertirse en signos inequívocos de identidad. Y una cosa es que esos hechos vengan importados a través del cine o la televisión, y otra bien distinta que sean los claustros de profesores quienes amparen e incluso promuevan la modificación artificial de esas señas de identidad. Quienes así actúan son merecedores de calabazas tan hermosas... como nuestra querida Ruperta.