Algunas veces nos gusta escapar de la realidad, dejarnos llevar por la magia de los duendes e imaginamos tener la fortuna sobre todo lo que nos gustaría que ocurriera y no sucede. Y ante esta situación recurrimos a la fantasía y nos creamos un mundo digital o un metaverso en el que la realidad física y virtual se dan la mano.
Nos sentiríamos bien si algunos ejemplares de los que nos gobiernan en cualquiera de los escenarios del poder no perdieran el sentido común, que en ocasiones como dice el refrán es “el menos común de los sentidos” ni tampoco incurriesen en la desvergüenza de exigir y censurar a los demás por lo que ellos incumplen, siendo incapaces de “predicar con el ejemplo
”.
Piensan que los duendes y el poder mágico les dará la fortuna, y solo cabe sentarse a verlas venir, sin ningún esfuerzo salvo el tiempo que dedican a las conspiraciones, triquiñuelas y a vacunarse de las amenazas de los mediocres, ni a quejarnos permanentemente en vez de aprovechar los buenos momentos y disfrutar la alegría y ahuyentar de nosotros la traición, la mezquindad y el engaño.
Por muchos duendes y magias que les pongamos, hay realidades que son increíblemente crueles, que en un país como Irán, en pleno siglo XXI se tenga que investigar la intoxicación de cientos de niñas por ejercer su derecho a la educación y querer ir a la escuela.
A veces quienes escribimos, hacemos que nuestras palabras sean manejadas por personajes que sacan lo peor y lo más oscuro de los seres humanos,, y en esos momentos nos gustaría que se produjera un milagro o un efecto de ilusionismo para que no cometieran estropicios y estuvieran siempre dispuestos a mejorar la vida de los demás.
Sin conjuras ni hechizos, algunos sujetos de la fauna política han de pasar bastante de la gloria y el más allá, de los yoes y conjugar más el nosotros, de dedicar nuestro tiempo a gilipolleces y nimiedades, a construir lo ficticio y destruir lo auténtico.
Una sana costumbre que deben alimentar quienes se dedican a la política, es el contacto con la gente, con los problemas de calle, y escuchar y hablar con los demás para conocer de primera mano sus demandas y problemas, gozar de la cercanía de lo humano y no sentir la tentación de subirse en la torre de la soberbia.
Entre hechizos y encantos del poder, deben saber liberarse de ataduras, y ser conscientes de que no faltan ceremonias y oropeles para embriagarse de importancia, en lugar de mantenerse en la autenticidad y la sencillez para aspirar a militar en la honradez.
Llegado a este punto y puestos a pedir, me encantaría continuar pensando y sintiendo que lo pequeño es hermoso, y que tal vez entre duendes, magias y fortunas, nuestra máxima aspiración esté en sacarle el máximo jugo a cada segundo del papel que nos toca interpretar, disfrutando con generosidad de ese provechoso bien de la amistad.
Entre sueños y ensoñaciones hemos de saber escuchar para aprender, encajando bien las críticas y adoptando una actitud respetuosa ante quienes no comparten nuestros pensamientos y posiciones, y aceptando el ritual de lo previsible y el sello de lo aleatorio, en la que nadie afortunadamente sabe lo que va a ocurrir por muy reglada que nos parezca la ceremonia.
Para terminar me gustaría poder seguir teniendo ganas de leer y escribir, manteniendo la paciencia, la constancia y la seguridad de querer transmitir algo.