Esta manida frase viene a decirnos que si bien las decisiones adoptadas en el momento oportuno resultan más eficaces, no carecen por completo de utilidad si se demoran, a no ser que se llegue a una situación que en Medicina denominamos "punto sin retorno", irreversible, refractaria a todo recurso.
Traigo esto a cuento de las recientes iniciativas, económicas y educativas, adoptadas por el gobierno de España. Tras muchas medidas de simple parcheo que han demostrado su ineficacia, se empieza a columbrar un espíritu de reforma que a mi juicio merece conformidad y aplauso. Probablemente no van a encontrar un eco popular o mediático muy favorable, e incluso puede que sea francamente adverso en colectivos tales como los sindicales, pero están en la buena línea, esa en la que cuenta más el beneficio social que el voto.
Hace justo un año publiqué en VIVA JAÉN un artículo sobre jubilación. En él decía que se ha producido una inversión de la pirámide poblacional, a cuenta del mayor número de jóvenes y mayor de sujetos en tercera o cuarta edad. Las personas de 65 años tienen además una esperanza de vida de 15 o más años durante los cuales perciben la pensión de jubilación, frente a los sólo 3 años de la mitad del pasado siglo, cuando se adoptó ese límite final de la etapa laboral. Si se quiere que perviva el razonable sostén económico del anciano, se impone una prolongación prudente de la actividad, hasta los 67 años, habida cuenta además de las condiciones psicofísicas aceptables en la gran mayoría de ese colectivo. Es un recurso de largo recorrido más que de beneficio inmediato.
Se le ha reprochado repetidamente al gobierno su renuencia a reducir el gasto. Ahora pretende aminorarlo recortando algunos conceptos, como obras y empleo público. La cuantía del recorte no parece exagerada: 50 mil millones de euros en 4 años. Hay que tener en cuenta que el déficit público se halla en el 11.4% del PIB y que los intereses de la deuda del Estado se llevan un buen pellizco del presupuesto. La Unión Europea se muestra ya poco tolerante con nuestras cuentas. Pero el cinturón debe apretárselo tanto el gobierno central como los periféricos. Y ampliar el capítulo de gastos prescindibles.
El problema de la educación merece punto y aparte. Su degradación es absolutamente nociva para el porvenir de nuestra sociedad, y debe producirse ya un pacto entre fuerzas políticas que garantice la autoridad de los profesores, el canon del esfuerzo de los alumnos y una cuidadosa selección de materias. Me parece urgente reducir el fracaso escolar y facilitar la enseñanza profesional. El ministro Gabilondo está haciendo un esfuerzo loable de consenso.
Entre tanto, el número de parados alcanza cotas históricas al sobrepasar los 4 millones, de los cuales una cuarta parte son andaluces. Y no hay visos de mejora, antes al contrario, en el futuro más próximo. Que Dios nos asista.
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