El 25 de abril fueron convocadas las elecciones andaluzas, a escasos días del “alumbrao”, donde boquerones y salmonetes dieron la bienvenida a los sevillanos que llegaban al Real con más ganas que nunca. A pesar de las horas en la que dimos cierre a esa primera noche, la Feria se llenó desde primera hora del domingo. Los trajes llevaban demasiado tiempo guardados en los armarios y tenían ansia de mover airosos sus volantes sobre el albero. Me tocó desmentir durante la jornada que mi elección morada nada tenía que ver con Podemos -aún no se había producido el guirigay de fusiones y disputas entre las izquierdas- y sí con mi hermandad del Valle.
En una parada en “ca” Luismi -nuestras casetas se convierte en nuestras casas en esa mágica semana- tuve la suerte de charlar con Narciso Michavila. Aunque habíamos cruzado algún saludo formal en varias ocasiones, nunca tuve el lujo de debatir sobre política. Varios rebujitos dieron pie a una conversación que comencé con un; ¿Como lo ves? “Parece que el presidente tendrá la confianza suficiente de los andaluces para gobernar, pero necesitaría apoyo para gobernar”. “Narciso, necesitamos el supermilagro”, expresaba mi deseo con una ingenuidad propia de mi positivismo infinito. Narciso se reía, comenzamos a debatir sobre lo complicado del trasvase de votos, y sobre la trayectoria electoral en Andalucía. “Ya, ya, pero es que a mí la nariz y el ambiente me dice otra cosa. Aunque la ciencia, es la ciencia”, asumía quejosa. Anhelaba esa mayoría suficiente para que Andalucía terminara de despegar en los momentos tan complicados que nos iban a tocar vivir.
Fue una feria única, con la lluvia exacta y el calor suficiente para que se agotaran los suministros de Cruzcampo. Una feria que dio paso a una intensa campaña llena de ganas e ilusión, y a una noche, la del 19J, inolvidable, histórica en nuestra tierra. El supermilagro lo anunciaba Michavila antes de comenzar el recuento.
Un supermilagro que tuvo lugar gracias a la confianza de más de un millón y medio de andaluces, que soltaron sus ataduras para premiar al gobierno del cambio, sereno centrado, estable. Un supermilagro donde primó los logros y propuestas -en las que intervinieron cientos de entidades, asociaciones y andaluces de a pie- frente al slogan y la propaganda.
Un supermilagro que obliga a tener mayor responsabilidad y mayor respeto a los ocho millones de andaluces, que tendrán un gobierno humilde y sereno y que seguirá teniendo las tres premisas que tantas veces ha repetido el presidente Juanma Moreno: Trabajar, trabajar y trabajar.