Nos creímos –los que lo creyeran-, que el ascenso del Xerez a la Primera División iba a ser la panacea, el remedio de todos sus males sin mezcla de bien alguno. Los millones iban a entrar como ríos en las arcas y se iban a tapar todos los boquetes, el saneamiento iba a ser un hecho y además existía la posibilidad de mantenerse en la División de los grandes.
¡Hombres de demasiada fe!. Ingenuos soñadores de fantasías que, posiblemente, ahora estén sufriendo una de sus mayores decepciones. No solo no se ha saneado nada, sino que las deudas importantes que son las que se llaman Seguridad y Hacienda, se han incrementado, los acreedores aparecen, alargando la lista interminable, no se tienen oficinas propias, no se tiene estadio propio, no se dispone de un mal terrenito donde poder entrenar sin estar pordioseando, y todo ello aderezado con
un quiebra técnica traducido en un concurso de acreedores en el que está sumido este Xerez que no cuenta más que con una fenomenal afición, unas peñas que se afanan en mantener a sus socios sin que haya desbandada, una federación y un kolectivo que “mueren” por sus colores y una desorganización perfectamente organizada y un futuro incierto en manos del primero o del último que llegue dispuesto a engordar la cuenta corriente del máximo accionista. El equipo, cual un regional cualquiera, no dispone de un espacio donde entrenar dignamente, y todo ante un partido trascendental –por lo menos para mí lo es-, como el del domingo frente al Almería. Un club sin estructuras, es un club de escasa altura. Lo siento.
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