Se trata de una frase coloquial, que suele utilizarse cuando queremos expresar descontento o sorpresa, siempre con un atisbo de negatividad. Mi padre la usa. Constantemente. Desde hace décadas. Enfatiza con ella, como pocas expresiones consiguen hacerlo, y sin ofender al prójimo en un escenario, como el actual, de altas sensibilidades.
Es un latiguillo, que me planteo incorporar. ¿Qué digo? Que deberíamos incorporar todos. Sí, habrá alguno que propondrá las fórmulas ¡hay que fastidiarse! o ¡hay que aguantarse! Pero éstas quedan demasiado ñoñas para los tiempos que corren. Que el Ministerio de Justicia plantea ahora el inicio del proceso para indultar a los políticos presos catalanes, pues ya saben: ¡hay que joderse! si con ello se permite la aprobación de los Presupuestos Generales del Estado de 2021. Que la incapacidad de nuestros gobernantes y la irresponsabilidad de los gobernados hacen que la segunda ola del tsunami sanitario esté colapsando de nuevo los hospitales, pues ya saben, no se lo voy a repetir. Que llevamos semanas hablando de una pantera negra perdida por los parajes granadinos, y analizamos si son galgos o podencos... pues idem.
Podría seguir poniéndoles premisas que acabaran con la coletilla que encabeza esta columna. Pero, qué me dicen de la expresión ¡no te jode! Qué gran uso podrían hacer nuestros parlamentarios de ella. Yo lo veo. Nítido. Claro. Imagino a Pablo Casado cerrando sus acusaciones a Pedro Sánchez en la Cámara Baja con esa muletilla. Y viceversa. Estaríamos llevando a las Cortes Generales el lenguaje de los ciudadanos, que sobresaltados utilizan interjecciones de este tipo para enfatizar lo que dicen. Que nadie se rasgue las vestiduras porque la palabra joder aparece en el diccionario de la Real Academia de la Lengua con sus múltiples acepciones. Desde practicar el coito (así lo dice) hasta enojarse o estropearse algo. Hasta en eso es de perfecta aplicación hoy en día.
Se nos están jodiendo muchas cosas. Este frentismo y bipolaridad que padece la sociedad española está jodiendo la convivencia, y dañando las instituciones. Por ejemplo, el que está jodido (se supone) es el emérito, pero también la Jefatura del Estado. Juan Carlos, en los Emiratos Árabes, viviendo a cuerpo de rey, mientras en España sufrimos una pandemia, y su hijo es vetado a un acto en Barcelona. Y es que ¡hay que joderse! O no.
