"Hombre muerto no sabe vivir" no es un documental, pero lleva mucha vida del malagueño Ezequiel Montes dentro. Su barrio, sus vivencias de cuando era pequeño, el honor y la lealtad o el poder de la amistad que él valoraba "se están muriendo". Y él quería rescatar todo eso.
Un thriller duro, seco, sin concesiones, política y moralmente incorrecto, pero también una película de actores; ahí es donde la peli respira; tiene sangre y acción, pero, cuando dos actores se miran, el tiempo se ralentiza
Para contarlo, el director, que también es el guionista, ha creado un filme duro, crudo, sangriento, casi gore, que, a pesar de la lectura fácil, asegura que no se nutre del cine asiático, "ni coreano ni nada, qué más quisiera yo -se ríe- es que yo he estado ahí, mi influencia es mi gente, lo que hay ha surgido de mi corazón", aclara.
Habla, dice, de unos valores y tradiciones que él veía más claro cómo se iban desdibujando y que sólo se mantenían entre la gente de más de sesenta años; habla de un barrio donde lo más bonito que hacían los chavales era "darse pitonazos con las motos".
"Mi barrio era así -explica Montes en una rueda de prensa-, venía la policía, hablaba con el yonki y ese luego se metía en la casa de al lado a pincharse", por eso, dice, "si haces una peli de este tipo, tienes que estar en el tono", aunque este sea brutal, sin concesiones. Y ha agradecido al reparto que le haya seguido en eso sin rechistar.
Aunque "hombres muertos que no saben vivir" hay varios en la película, la historia se centra en Tano (Dechent), que ha trabajado toda su vida para Manuel (Carlos de Blas), un empresario de la construcción y "capo" local que en épocas mejores controló toda la ciudad.
Ahora está debilitado por la edad y parece que no puede manejar su negocio, un lujoso imperio montado desde la corrupción y el tráfico de sustancias, que su hijo Ángel (Rubén Ochandiano) quiere "modernizar" y está dispuesto a sacar adelante como sea.
Pero Ángel sabe que no es el heredero; no se siente querido por su padre y está convencido de que Tano será su sucesor al frente de la estructura que mantiene sus privilegios.
Paco Tous, impecable como "narco" de andar por casa agotado, ha celebrado que en España cada vez se hace "mejor cine, sin complejos y sin vergüenza", y se alegra de decir que esta película "se ha hecho así porque sí". Y eso que su personaje desaparece de modo muy traumático a las primeras de cambio.
Con Dechent, Tous representa un núcleo generacional que valora la amistad, el compromiso y el deber, aunque se deban a un capo de la droga que no tiene miramientos ni con su propio hijo.
"Hay escenas muy violentas, el rodaje ha sido tremendo, exigente, hemos saltado, hemos corrido, nos hemos tirado al suelo y nos hemos hecho daño, pero creo que hay cosas más importantes", agrega Dechent, en uno de los papeles más completos de su carrera.
Es, sin duda, reconoce el sevillano, un "thriller duro, seco, sin concesiones, política y moralmente incorrecto, pero también una película de actores; ahí -señala Dechent- es donde la peli respira; tiene sangre y acción, pero, cuando dos actores se miran, el tiempo se ralentiza".
Es también la historia de un grupo que se descompone, "un western crepuscular", concede Dechent.
Se enfrentan pues a un cambio generacional, nueva gente, nuevos negocios, nueva forma de llevar la empresa, pero la misma violencia de siempre.
Ochandiano, Elena Martínez y Jesús Castro son los representantes de esa nueva generación a la que no le importa nada, salvo ellos mismos y vivir bien, capaces de cualquier cosa por lograr sus objetivos.
"Trujillo (Castro) entra al grupo con ansias de llegar a ocupar el sitio de los otros, no tiene escrúpulos ni es leal a nadie, ni siquiera a su novia", explica el actor gaditano, mientras la malagueña Martínez, la "novia", explica que ella no es así, que le ha pillado la guerra en medio y "todo lo que hace es improvisado".
"A los malos de esta película, haciendo un ejercicio importante, puedes entenderlos -asegura el director- porque todos tienen un cúmulo de circunstancias que te hacen comprenderlos".
Por cierto, Montes se defiende con un rotundo "yo fui primero" de las semejanzas de la película con la serie "Malaka", rodada también en el barrio malagueño de La Palmilla, incluidos los protagonistas gitanos que son los mismos actores en ambas. "No se de qué serie me estas hablando", ha disparado el director.
Málaga
"Hombre muerto no sabe vivir", con la brutalidad a la vuelta de la esquina
Ezequiel Montes muestra su barrio, sus vivencias de cuando era pequeño, el honor y la lealtad o el poder de la amistad que él valoraba "se están muriendo"
El director, que también es el guionista, ha creado un filme duro, crudo, sangriento, casi gore
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