El suspiro está de moda. Esa mezcla de gemido y lamento es otra de las consecuencias que nos ha traído el virus. Suspiramos por todo. Por aquella normalidad, que no acaba de regresar; por las aventuras y desventuras de nuestro rey emérito, quien por lo visto ha hecho suyo el tema Dónde Estabais en los Malos Tiempos, de La Unión; y ahora suspiramos por los diez años del Mundial de Sudáfrica, y el gol de Iniesta. ¡Ay, suspiros de España!, que diría Estrellita Castro.
Mediaset y Movistar van a emitir el sábado, coincidiendo con la efeméride, el partido íntegro contra Holanda. El Telediario de La 1 nos desgrana cada día aquella hazaña. ¿Dónde estabas cuándo Iniesta marcó el gol? ¿con quién?, preguntan los periodistas a otros destacados deportistas, a los ciudadanos, al sursuncorda y al piyayo.
Revivir aquella alegría, que reunió a 13 millones de personas ante el televisor, lo que supuso una increíble cuota de pantalla del 82,9%, es un respiro ante tanta adversidad. ¡Uf! Lo veremos sin angustia, sabiendo que España gana, y eso es harina de otro costal.
Iniesta, ahora retirado, es el auténtico emérito (del latín meritus) de España. Quien ya no lo es tanto es el monarca jubilado. “Son informaciones inquietantes que nos perturban a todos”, Pedro Sánchez dixit, en relación a los movimientos de fondos opacos entre el rey de Arabia Saudí, Don Juan Carlos y Corina.
Que sea la Fiscalía suiza la encargada de destapar este escándalo dice mucho de las carencias que aún tiene la democracia española. A rebufo de las decisiones del ministerio público helvético vamos conociendo las supuestas andanzas del monarca. La impunidad que la inviolabilidad de la Carta Magna le dio le va a salir muy cara, y, lo que es peor, va a tener unas consecuencias aún impredecibles en la institución, en la Jefatura de Estado. Ahí es nada.
Pese a que el Gobierno está intentando crear un cortafuegos en torno a la figura de Felipe VI, estas investigaciones se saben cómo empiezan pero no cómo terminan. Ya el Centro Nacional de Inteligencia (CNI), dirigido por entonces por el general Félix Sanz Roldán, trató, sin éxito, de proteger al monarca emérito de la evidente amenaza que suponía Corina. Ahora es tiempo de investigación, mañana lo será de reflexión sobre una institución (perdón por la cacofonía) como la monarquía en una democracia parlamentaria del siglo XXI.