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Lo que queda del día

El voto de mi sobrina

Después de semanas llamando la atención, es sano y conveniente que los candidatos enfrenten sus propuestas para que los indecisos salgan de dudas

  • Papeletas electorales. -

Una de mis sobrinas pequeñas no soporta a Pablo Casado. Estos días, cuando íbamos por la calle en busca de las procesiones y nos encontrábamos con alguno de sus carteles electorales, empezaba a señalarlo con el dedo y a mostrarse bastante indignada. No sólo eso, argumentaba que a ella quien le gustaba era Pedro Sánchez, porque era mucho más guapo; y hasta deseaba que le ganase a Pablo. 

En realidad, se trata de una cuestión personal. Hace un par de meses, Pablo Casado entró en un bar en el que estaba tapeando su madre y terminaron haciéndose una foto. Según parece, el retrato no contó con la aprobación de mi sobrina que, para colmo, pudo comprobar que aquel tipo tan sonriente, y del que desconocía hasta entonces su existencia, empezaba a colarse a diario en su televisor, casi como una amenaza. No sé hasta qué punto ha sido capaz de desarrollar un mecanismo de defensa tan eficaz como para contraponer la figura de Pedro Sánchez a la de Pablo Casado -es tremendamente espabilada, no cabe duda-, pero parece evidente que si el próximo domingo tuviera oportunidad de votar tendría muy clara su decisión, y hasta aplaudirá una victoria del PSOE si se produce.

Ya les digo que es una cuestión personal y emocional, no ideológica. Si el que hubiera entrado aquel día en el bar hubiese sido Pedro Sánchez en vez de Pablo Casado, ahora estaría ofreciendo sus argumentaciones a la inversa y arremetiendo contra la foto en blanco y negro del candidato socialista; así que  hemos decidido privarnos de llevarle la contraria en una cuestión tan trascendente -eso sería como pedirle a alguien que se cambie de equipo- y admirar la solidez de su determinación a tan corta edad.

En realidad, la determinación de una niña frente al millón y medio de indecisos que a siete días para las generales aún no sabe si irá a votar, ni a quién, por lo que si ni las ideologías, ni los deméritos que unos hacen ver en los demás, y viceversa, han sido incapaces de zarandear los resultados de las últimas encuestas, habrá que esperar un constante pulso de emociones en los próximos días a ver quién es capaz de conectar mejor con el electorado; o lo que es lo mismo, convertirlo en algo personal frente a la crisis existencialista que parece afectar a los sondeos, sobre los que sigue pesando lo ocurrido en las elecciones andaluzas del pasado diciembre.

Lo cierto es que los discursos y las estrategias seguidas hasta ahora no parecen haber condicionado al votante, salvo que se haya vuelto a caer en el error de identificar como indecisos a quienes deciden ocultar su propia situación personal a la hora de contestar a una encuesta, de ahí que, de momento, en lo único en lo que coincidan es en apuntar a una victoria del PSOE, a partir de la mera aplicación de la teoría de la sabiduría de la multitud, puesto que es la única predicción precisa que cabe extraer de todos los sondeos.

Ni la intencionada gran división en dos bloques a derecha e izquierda, ni las alusiones a la amenaza del independentismo y la ruptura de España, ni las advertencias frente a posibles recortes sociales, ni la violencia ejercida contra representantes del centro derecha, ni el fantasma de Franco, ni las reminiscencias del zapaterismo, ni el riesgo al auge de la ultraderecha, ni las promesas en torno a futuros pactos, han ido más allá de una lista de pros y contras, de ahí el interés depositado en los debates televisados de esta próxima semana, como si en ellos se fuesen a conocer los finalistas de la Champions: los nervios entre los seguidores, al menos, son muy parecidos.

Tal vez, después de unas semanas en las que los partidos lo han intentado prácticamente todo por llamar nuestra atención, es sano y conveniente que enfrenten de una vez sus propuestas y se dejen de colchones, agencias de viajes y lemas imposibles. Ya sabemos que al finalizar los debates no habrá más empeño que el de señalar un ganador, como si se tratara de un talent show, y que todos se verán como tal, pero lo único seguro es que el veredicto se encontrará más cerca.

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