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Cádiz

De soñar con triunfar en el boxeo a morir ahogado en Caños de Meca

El joven marroquí de 21 años Ayub Mabruk, tres veces campeón de kick-boxing en su país, se había subido en una patera con el sueño de triunfar como boxeador

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  • Imagen de uno de los cuerpos sin vida tras el naufragio de una patera en Los Caños. -

El joven marroquí de 21 años Ayub Mabruk, tres veces campeón de kick-boxing en su país, se había subido en una patera con el sueño de triunfar como boxeador en España, pero la patera naufragó y solo llegó a la costa de Los Caños de Meca como cadáver.

El de Ayub es uno de los 19 cuerpos que el mar ha ido devolviendo en los últimos días en las cercanías de la playa de Caños de Meca, en Cádiz.

Él era uno de los más de 40 jóvenes marroquíes que viajaban en la patera que naufragó en la madrugada del lunes 5 de noviembre al chocar con unas rocas a 150 metros de la orilla, en un accidente del que solo 22 consiguieron salvarse.

La patera había salido de las playas de Kenitra (unos 40 kilómetros al norte de Rabat) y trasladaba, entre otros, a 31 jóvenes de Salé, ciudad vecina de Rabat, según escribió el vicealcalde de Salé, Abdelatif Sudu, en su cuenta de Facebook. Uno de ellos era Ayub Mabruk.

"Eran muy, muy, muy pobres -cuenta a Efe Yasín, vecino de los Mabruk en el barrio Al Ayaida de Salé-. Ayub tenía dos hermanos y tres o cuatro hermanas, y vivían con el sueldo del pintor del padre".

"El boxeo era su vida y entrenaba hasta el límite, pero hasta donde yo sabía, el sueño de Ayub era ser policía. Él nunca habló de irse a España, o mejor dicho, solo se lo dijo a su hermano mayor: hace un mes le contó que quería buscar una oportunidad como deportista, aunque no sabía una palabra de español", refiere su vecino.

Yasín conocía al menos a tres de los chicos de aquella patera: Ayub, de 21 años; Yusef, de 20, y Maruán, de 26. "Yo no sabía que se habían marchado, pero hace unos días todo el mundo en el barrio comenzó a hablar de que habían partido y no se tenían noticias suyas".

Como Ayub, también Yasín probó suerte como emigrante clandestino en España, adonde llegó escondido en un camión en el año 2000. Vivió seis años en Madrid, pero regresó por voluntad propia: "Caminaba por las calles de Madrid y oía la voz de mi madre que me llamaba", relata.

"Los chicos del barrio me preguntan ¿por qué volviste? y yo les respondo: Mira, si quieres ir allá, hazlo por la vía legal, pero no te juegues la vida por un sueño que no existe", asegura Yasín.

Y sin embargo, Ayub no es el primer marroquí en embarcarse hacia el sueño europeo, ni tampoco el primer deportista: el pasado septiembre, el futbolista de 20 años Ali Hababa, considerado promesa del fútbol juvenil, fue fotografiado a bordo de una patera que surcaba el Mediterráneo.

Días después, grabó desde una habitación de hotel en España un vídeo en el que daba a entender que su marcha tenía que ver con el "maltrato", "la explotación de los talentos" y la "desigualdad de oportunidades" en el fútbol en su país.

Ayub Mabruk, cuya cuenta de Facebook aún es accesible (https://www.facebook.com/ayoub.mabrouk.16144?ref=content_filter) recaudó con sus amigos Yusef y Maruán y otras dos decenas de vecinos 1.500 euros cada uno por el viaje para hacerse a la mar.

Al parecer, solo la mitad de ellos llevaban chaleco salvavidas e iban tan apiñados en la embarcación que tenían que ir sentados unos encima de otros.

Hace una semana, la patera chocó con las rocas a la altura de Caños de Meca y zozobró; los jóvenes se echaron al agua pero muchos no consiguieron llegar a la orilla.

Durante una semana, el oleaje ha ido escupiendo hacia la costa hasta 19 cadáveres en un goteo macabro; ha sido la foto de uno de esos cuerpos, publicada por el "Diario de Cádiz", la que hizo que Yasín reconociera a su vecino boxeador.

El vicealcalde de Salé ha dicho que ha comenzado con el ministerio marroquí de Asuntos Exteriores las gestiones para repatriar a esos cadáveres, cuyo traslado es muy caro: no menos de 70.000 dirhams (unos 6.500 euros) por cada uno para poder enterrarlo en camposanto musulmán.

Yasín ha pasado estos días tratando de consolar a las familias rotas de Al Ayada, al tiempo que trata de disuadir a los jóvenes que siguen con la obsesión de la partida.

"Mira: yo volví a Marruecos con 26 años y sin un euro en el bolsillo. Puse mi negocio y hoy tengo una familia con dos hijos, mi casa y mi coche. Vivo bien, gracias a Dios", cuenta.

"El de la emigración es un sueño que no existe", insiste

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