La relativa tranquilidad que había en el campo la pasada primavera confiando en que el nivel de precipitaciones tan escaso cambiara de tendencia tras el verano, se ha tornado en “incertidumbre” y “preocupación” tras un otoño que ya tiene los días contados y ha dejado a su paso dos episodios de lluvias aislados que han causado más daño que alegrías en los cultivos. Así lo asegura Miguel Pérez, secretario provincial de la COAG (Coordinadora de Organizaciones de Agricultores y Ganaderos), que destaca que el año horríbilis que vive el campo y la ganadería por el déficit de lluvias está en boca de todos y, por supuesto, las comparaciones con la sequía de la década de los 90 son constantes. Una época que marcó el inicio de un “ciclo bastante complicado”, apunta Pérez, con cortes de agua para los cultivos y para uso de boca, y que no estuvo exenta de cierta “psicosis”.
Independientemente de que en lo que respecta a infraestructuras, los “privilegios” de los que goza esta provincia “a nivel de embalses”, (al contrario de lo que ha ocurrido en Málaga donde ya hay restricciones), le aseguran un año de riego si se mantienen estas previsiones negativas, la intranquilidad ahora mismo sigue siendo mayúscula a menos que la tendencia empiece a invertirse.
Todos miran al cielo para no tener que llegar al extremo de los 90, en el que las restricciones impuestas tuvieron un efecto negativo tanto de carácter doméstico ya que “la gente gastaba el agua de diario y la que acopiaba” con lo que el gasto de agua era superior, mientras que las comunidades de regantes pasaban por la “papeleta” de tener que racionalizar el consumo de agua según el tipo de cultivo, lo que originó un debate interno importante.
Volviendo al presente, a día de hoy la falta de lluvias ya está afectando a la ganadería extensiva, en la que la provincia de Cádiz está a la cabeza, y lleva meses obligando a los ganaderos a aportar pienso ante la falta de pasto. Los 40 litros por metro cuadrado que han caído esta semana han traído “cierta humedad” en algunos puntos de la campiña, lo que ha venido bien para el cultivo del cereal, principalmente a quienes les dio tiempo a sembrar antes de estas lluvia. Han tenido un cierto respiro, pero sus problemas no se han solucionado.
Tal y como explica el secretario provincial de la COAG, la agresividad con la que caen estas lluvias, su irregularidad y, sobre todo la ausencia de borrascas, al final termina haciendo más daño “llevándose el suelo” y “trastornando” a la planta, como está ocurriendo con la hoja de la vid, con cambios extremos de tiempo tras un otoño típicamente primaveral que acaba de dar paso al frío con pocas previsiones de lluvia a corto plazo. Y es que os cultivos leñosos como la vid y el olivo, en plena recolección, también necesitan que llueva como agua de mayo. A los agricultores y a los ganaderos les queda poco más que cruzar los dedos para que esta sequía extrema, la peor desde los años 90 y que afecta a todo el país, quede atrás, aunque las predicciones meteorológicas mantienen 2018 en la misma línea.