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Multas y más multas en el zoológico

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Dicen, y debe ser cierto, que el turismo es la inyección económica que revitaliza las arcas de una ciudad que va camino de los veinticinco mil parados. Y a ese turismo, entiendo,  hay que mimarlo al máximo. Sea el turismo del domingo, el de estancia o el de paso. Todo lo que sea dejar dinero en la ciudad es positivo. Pero dejar dinero dentro de un orden, claro. Porque el domingo vi cómo las colas para entrar en el Zoológico Alberto Durán Tejera eran enormes, pero también cómo la Policía Local se estaba hartando de multar a los coches que estaban aparcados en una acera, totalmente destrozada, que eso sí tiene bien visibles los discos de prohibido aparcar, pero la realidad es que no hay demasiados aparcamientos previstos para el zoológico jerezano, uno de los emblemas de nuestro turismo, al menos del más casero, del más cercano. Y ya me dirán las ganas que le quedará de volver al visitante de E l Cuervo, de Arcos, de Ubrique o de Carmona cuando, después de haber apoquinado en la puerta de acceso, algo lógico, debe abonar una multa de no sé cuántos euros por aparcar donde no se puede, pero en el único sitio que pudo encontrar. Y es que la demanda de plazas de aparcamientos en el Zoológico es ya de largo alcance y no se le termina de poner solución. Esa expansión prevista en su momento, con entrada por la zona de la antigua Carretera de Circunvalación, no se ha llevado a cabo y, por ahora, no parece que se vaya a realizar porque los presupuestos no están para muchos dispendios. Pero, por ello, habrá que facilitar la labor de los que llegan y no ponerles más dificultades, porque lo único que se puede conseguir es que vengan y no vuelvan más. La Policía cumple con su deber, pero habría que dar instrucciones de suavizar su labor, al menos en los fines de semana porque los días laborales el que aparca allí es porque le da la real gana y si tiene que pagar una multa o el coche se lo tiene que llevar la grúa, no se hace sino lo correcto, pero, por favor, vamos a hacerle la estancia más fácil a aquellos que vienen a nuestra ciudad a dejarse los euros, que no estamos precisamente sobrados de ellos. ¿O no es verdad?

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