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San Fernando

Punto final a una programación que no se puede comprar con dinero

El programa del 250 aniversario del nacimiento de la Villa se cumple en su totalidad y demuestra la capacidad de la Academia de San Romualdo.

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Tempus fugit. Lo dijo el presidente de la Real Academia de San Romualdo de Ciencias, Letras y Artes de San Fernando, José Carlos Fernández Moreno, este martes en el auditorio del Centro de Congresos Cortes de la Real Isla de León.

Era el último de los actos programados por la Institución con motivo del 250 aniversario del nacimiento de la Villa de la Real Isla de León, un completísimo programa que se ha desarrollado según estaba anunciado, fruto, obviamente, de la preparación que tuvo, el tiempo que se invirtió en hacerlo bien –en mayo de 2015 ya estaba todo listo- y en una cosa muy importante que también dijo el presidente en otro momento del año. Porque la Academia, cuando va a organizar un acto, busca a los que conocen la materia que se va a impartir.

O dicho de otro modo, un ejemplo de buena organización, de calidad en la programación como se ha podido comprobar y una respuesta del público –lógica- a la calidad indiscutible de quienes intervinieron y al interés de las cosas de las que hablaron. O cantaron y contaron, que de todo ha habido.

Tempus fugit. El tiempo vuela y en un solo año se ha demostrado con creces que las cosas hay que hacerlas bien y que posiblemente el Ayuntamiento, no haciendo nada y dejando todo el peso en la Real Academia de San Romualdo –que desde el principio dijo que no era una programación de la Academia sino de la ciudad y para la ciudad- haya tenido uno de los mayores aciertos de los últimos años. A veces basta con ir de invitado en un Roll Royce para quedar bien en vez de querer comprar lo que no se puede pagar. Porque lo que ha pasado en esa programación no tiene precio.

También el presidente de la Academia –que pocas cosas ha dejado sin decir y aclarar- se refirió a ese particular. Todo lo que se ha podido disfrutar, todo lo que se ha podido aprender en cada una de las conferencias, espectáculos, actos festivos y didácticos… ha sido posible “gracias a la colaboración” de muchas personas, eminencias en sus campos respectivos, que han puesto su tiempo, su trabajo y sapiencia a disposición de la gente. Desinteresadamente.

La Academia dejó para el final, además, una de las novedades que ha puesto en marcha este año y que pretende convertirse en un cometido más de la Institución. Los equipos de investigación coordinados por el doctor en Historia, Juan Torrejón Chaves, han dado el perfil que se pretende en ese acto del martes, ofreciendo una imagen completa de hasta dónde puede colaborar en el conocimiento en general, independientemente de que en este caso se hayan centrado en La Isla como corresponde a la conmemoración de una efeméride completa.

Durante meses han estado trabajando dos equipos en dos áreas distintas. Uno, representado por la doctora en Filología Hispánica, María Elena Martínez Rodríguez de Lema, que hace una recopilación bibliográfica de carácter histórico sobre la ciudad, buceando en los más diversios archivos físicos y virtuales, hasta elaborar un completo mapa de la presencia de San Fernando en la Historia.

El otro equipo, formado por los arquitectos José María Cano Valero, Diego Cano González y Juan Antonio Pérez Beltrán, que han realizado una planimetría histórica de La Isla en la que queda patente tanto la idea del comienzo de su formación, la de una ciudad lineal, hasta el desorden que ha tenido esa concepción a lo largo del siglo XX.

Quizá la explicación más gráfica la dio Pérez Beltrán al decir que los planes de ordenación no han hecho otra cosa que desordenar el modelo primigenio. En el sentido de que la expansión hacia los lados, pasar de una ciudad lineal a una ciudad “gorda” ocupando las zonas más bajas de ambos lados, han hecho que se pierda el contacto con la naturaleza que tienen las ciudades lineales que a pocos cientos de metros dejan de ser ciudades para ser campo. O salinas, en este caso.

Menos mal –dijo- que la vía del tren ha actuado como una barrera natural contra el expansionismo, aunque se la saltara Bahía Sur y luego toda la zona de la Casería.

Por su parte, Diego Cano se refirió a las presiones que reciben los ayuntamientos por parte de las constructoras, cuando no de las propias necesidades de expansión de la ciudad, que obliga a poner en marcha desarrollos que no siempre terminan como se pretende. El caso más tangible es el de la Casería de Ossio, donde se pretendía construir en altura para dejar más suelo libre y al final se ha construido en altura y al lado un conglomerado de viviendas en dos principios distintos que se contradicen el uno al otro.

Con respecto a los planes de protección del casco histórico, y en referencia al Peprich, dijo que los decenios precedentes han sido fiel reflejo de la falta de instrumentos de contención y algo había que hacer, aunque obviamente no sea una medida que satisfaga a los propietarios de las familias afectadas por esa delimitación que en términos generales recoge lo que fue la ciudad antes de las dos expansiones, al norte y al sur.

Lo bueno de todo este programa es que no se va a quedar en la memoria de quienes acudieron a los actos sino que el año que viene se va a editar un libro resumen de cada uno de los temas tratados, de forma que todo el conocimiento vertido pueda transmitirse a la sociedad actual y a la futura en un testimonio desconocido hasta ahora en cuantas efemérides se han conmemorado en San Fernando. Sólo hay que preguntar a los organizadores de cualquier acto que precise de documentación histórica las fatigas que pasan para encontrarla. No siempre con éxito.

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