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La pesadilla de recibir balonazos a diario en casa

Denuncian los perjuicios del ruido y el incumplimiento de horarios del club deportivo del Pago San José. Hay una vecina más afectada a la que los balones de fútbol se le han llegado a colar a diario en casa. No quiere que se cierre, pero sí más control del club y una malla que aisle las instalacione

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  • El club está pegado a la casa. -

Olivia y su marido nunca imaginaron que la unifamiliar que se compraron con tanta ilusión frente a un club deportivo del Pago San José iba a ocasionarles el sufrimiento que vienen arrastrando desde hace más de un año. Como relata esta vecina, que está desesperada y ya no sabe a quién acudir, su día a día cambió de la noche a la mañana cuando dichas instalaciones donde se practica pádel y futbol indoor  pasaron a ser gestionadas a una empresa particular por una concesión administrativa.


Hasta esa fecha ese complejo era explotado directamente por el Ayuntamiento, y ni ella ni sus vecinos habían tenido problemas, pero una vez que cambió el modelo de gestión, el ruido hasta altas horas de la madrugada, las fiestas en el bar del club y sobre todo la entrada de balones de fútbol repetidamente a su patio se colaron en su rutina sin avisar. Como su patio da de lleno al campo de fútbol y la malla de protección de la pista al exterior es insuficiente, los que más acusan este problema es este matrimonio, y por ende Olivia, que estudia en casa y trabaja a media jornada.
“Al principio llamaban al timbre y yo tenía que salir abrir y dar el balón, me entraba un balón diario de un partido de fútbol, con la velocidad que ello supone, lo que me ha obligado a quitar el mobiliario de mi patio y  a perder toda mi intimidad, ni para tender ni para nada porque estoy expuesta a los balonazos”, relata. De hecho, hace varias semanas una amiga fue a visitarla y en ese instante uno de los balones se coló en el patio y le dio a su niño pequeño. Olivia de momento no es madre, pero tiene claro que cuando llegue el momento, al menos que su problema se arregle, tendrá esta parte de su casa vetada a los pequeños.


Tras cansarse de tener que estar abriendo a diario a los usuarios del club, intentó solucionar el problema “por las buenas”, yendo a hablar con el gerente del club. Fue en vano. Mientras tanto, tenía que soportar que, en contra de lo que regula la normativa de ruido para las instalaciones deportivas,  la actividad siguiera funcionando hasta pasadas las doce de la noche, una situación que en verano se multiplicaba por dos con las barbacoas y el uso indiscriminado de las pistas. Un día Olivia se cansó y dejó de devolver balones. Como respuesta, como relata, recibió llamadas ininterrumpidas a su telefonillo, allanamiento de su patio, pues los usuarios no dudaban en saltar la valla de su casa, e incluso amenazas. “Han llegado a aporrearme las persianas de mi casa”, asegura.  Afortunadamente, con el mal tiempo -las pistas son al aire libre- ,la frecuencia de entrada de pelotas ha disminuido y “ahora entran cada dos semanas”, pero el problema sigue estando ahí. Ha registrado escritos en el Ayuntamiento dirigidos a Medio Ambiente y ha puesto dos denuncias en la Policía Nacional. De hecho, como explica, los propios agentes llegaron a hacer guardia en su casa después de que debido a un enfrentamiento esta joven tuviera que ser trasladada en ambulancia por una crisis de ansiedad, y así lo certifican los informes médicos con los que cuenta.

A dormir al sótano
No quiere que se cierre el club, lo ha dicho por activa y por pasiva, sólo pide un mallado “en condiciones” que evite que los balones entren en su casa, que se tomen medidas de insonorización (el campo de fútbol está rodeado de tablas contra la que rebota el balón) y que se cumpla el horario fijado para las instalaciones deportivas, tanto de las pistas (no debe superar las 23.00 horas) como del bar (que no tiene por qué abrir cuando las pistas están cerradas). En definitiva, reclama más control por parte del Ayuntamiento. No entiende como a estas alturas, con denuncias de por medio y actas de la Policía Local no han tomado ninguna medida. Si de ellos dependiera, mañana mismo se compraban otra casa, pero ni pueden ni creen que nadie le alquilaría ni les compraría la casa si se diera el caso “con este problema”.

Solidaridad ya se ha hecho eco del problema y el propio presidente le llegó a explicar que no era el primer vecino que recurría a él. De hecho, a esta vecina le consta que algunos ha llegado a dormir en el sótano por no poder soportar el ruido.  Olivia se siente apoyada a medias, pues recogió hasta 40 firmas, pero sabe que la más afectada es ella y que algunos no quieren señalarse. Ella ve la solución clara, sólo necesita que el Ayuntamiento tome cartas en el asunto y el complejo deportivo que explota la empresa Andrés Pinteño Cabra colabore para tratar de llegar a un acuerdo.

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