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Huelva

Grande Atlético

No se trata del mejor Atlético de la historia aunque haya logrado el arranque de Liga más brillante desde su fundación -siete partidos jugados y todos ganados-, pero sí es un equipo sensacional

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El Atlético de Madrid vive un tiempo de química y música. Los rojiblancos han pasado al otro lado del espejo. Como en las películas de ciencia ficción. Y allí se han encontrado con ellos mismos. Curtois es Miguel Reina o Madinabeytia. Diego Costa, Rubén Cano. Arda se parece ligeramente a Collar. Y Gabi, el capitán, tiene algunas características de Abelardo. Es el encuentro de dos mundos, de varias épocas: de un equipo con su propia identidad.
     El Atlético practica un fútbol magnífico que no se puede reducir simplemente a la intensidad: su juego desprende una inmensa calidad, en el toque al balón, en la visión de cada momento del partido. No se trata del mejor Atlético de la historia aunque haya logrado el arranque de Liga más brillante desde su fundación   -siete partidos jugados y todos ganados-, pero sí es un equipo sensacional. En las fotografías en blanco y negro de los periódicos están guardadas para siempre imágenes de otros momentos extraordinarios del Atlético, un equipo con una historia brillante que el marketing de los dos poderosos, Barcelona y Real Madrid, ha tendido a borrar en los últimos años de la memoria colectiva, unido a una amnesia del propio Atlético respecto a sí mismo.
     Los rojiblancos disputaron el sábado en el Bernabéu (0-1) un partido colosal. Y lo corroboraron el martes frente al Oporto en Champions (1-2). El Atleti tiene clase, ya está dicho, pero a cada balón dividido en el Bernabeu volaban las piernas de un jugador de Simeone para recuperarlo. Porque el Atlético, sí, son once simeones más la tradición que los conecta con su pasado.
     El Real Madrid, sin embargo, supone una inmensa incógnita. Este equipo afronta un gravísimo problema de juego. La realidad del Madrid es complicada. Tal vez la plantilla blanca sea este año globalmente peor que la de la temporada pasada. Porque parece un equipo construido en sus altas y bajas a impulsos de caprichos presidencialistas y de cuidado extremo de la poderosa caja registradora. En definitiva, ajeno a la tradición del fútbol. El Madrid cuida a los ciudadanos extranjeros que realizan el circuito del Bernabéu, pero olvida a sus socios. Desde el palco VIP del estadio se ensalza con palabras vacías a Bernabéu, pero se ha enterrado la filosofía de don Santiago. El Madrid transmite frialdad. Ya lo advirtió en cierta ocasión Mourinho: “Prepárense para perder”.

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