Lo que sí se sabe es que el autor material fue un obrero italiano muerto en 1925, Vincenzo Peruggia, que había hecho trabajos en el museo.
Peruggia, que logró sacar la tabla del Louvre con total facilidad, fue detenido dos años después en Florencia cuando intentaba vendérsela al anticuario Alfredo Geri, quien alertó a la policía.
El ladrón aseguró que había actuado en solitario para devolverla a su país de origen, donde él creía que había sido robada.
El Comité Nacional para la Valoración de los Bienes Históricos, Culturales y Ambientales de Italia, que sí celebrará el centenario de la recuperación, al contrario que las instituciones francesas, ha anunciado que pedirá oficialmente su traslado a Florencia en 2013.
Si bien el nombre del ladrón ha estado siempre claro no lo ha estado nunca el del autor intelectual.
Entre los sospechosos figuraron el poeta francés Guillaume Apollinaire y el pintor español Pablo Picasso, potenciales interesados en destruir la obra, críticos como eran entonces con los museos y el arte oficial.
Defensor de la quema de obras maestras, el poeta fue detenido y encarcelado en la prisión de La Santé de París, mientras que Picasso fue interrogado por la policía sobre la desaparición del cuadro de Da Vinci. A Picasso, un apasionado del arte primitivo, y a Apollinaire se les relacionó igualmente con el robo de unas figuras íberas en el Louvre.