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Torremolinos

Los molinos, padres de Torremolinos (6)

Torremolinos no es sólo turismo, fiesta, deportes, playa y sol. Es también arte, cultura, crisol de civilizaciones. En estas crónicas, Jesús Antonio San Martín, desarrolla lo más representativo del ayer y el hoy de Torremolinos.

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En el padrón de Churriana del año 1769, cuando Torremolinos contaba con 106 habitantes y dependía administrativamente de ese municipio que hoy es barriada de Málaga, se mencionan específicamente, entre otros, los molinos de La Torre, La Bóveda y El Nuevo, en los que vivían 22 personas. La estructura del molino de La Bóveda aún se mantiene en pie; pero no cabe duda de que muchos caseríos dedicados a la molienda ocuparon el lugar de otros más antiguos cuyas estructuras no pudieron soportar el paso del tiempo. Se tiene constancia de que en tiempos de los árabes los molinos de Torremolinos figuraban entre los que más beneficios le daban al rey de Granada. No se sabe con seguridad si los molinos son patrimonio de los árabes o si éstos ya encontraron funcionando algunos de ellos cuando se establecieron en la Costa. La segunda opción parece más lógica.
Dadas las idóneas características del lugar de Torremolinos para vivir, es indudable que el territorio estuvo ocupado desde la noche de los tiempos. Y dado que los molinos de agua ya existían en el siglo I a.C., -y posiblemente algunos siglos antes, como indica el ingeniero romano Vitrubio, que desarrolló varios ingenios acuáticos para Julio César-, no hay razón alguna para no estimar que en aquellos lejanos tiempos ya funcionaban molinos en las márgenes del copioso y brioso cauce que desde los manantiales llevaba sus aguas hasta el mar, cayendo en impresionante cascada por el acantilado, después de atravesar las tierras fértiles donde en el futuro se levantaría la población de Torremolinos. Hacia el siglo XIII ó XIV fue erigida la Torre de almenara que dio en llamarse de Pimentel o de los molinos.
Se opina que, al amparo de esta construcción de vital utilidad en la defensa costera, se levantaron los molinos; pero incluso el temprano siglo XIII parece demasiado tardío con respecto al tiempo de Vitrubio y, por ende, del Imperio Romano que aquí dejó su peculiar huella, para que los avispados moradores del paraje no hubieran aprovechado la generosa corriente acuática que habría de solucionarles su modus vivendi. Por otro lado, si el rey de Granada vio un filón de oro en estos molinos, no dudaría en levantar en el privilegiado lugar la oportuna torre oteadora, máxime cuando el enclave constituía uno de los puntos defensivos más estratégicos de toda la costa. Es casi, pues, del todo probable, que la torre sea posterior a los molinos. En varios documentos antiguos se habla del "lugar de la torre de los molinos", aunque en otros se especifica que se trata del "lugar de los molinos de la torre". A la postre, tanta importancia habrían de tener los molinos como la torre.
El molino de La Bóveda era el primero situado en la Cuesta del Tajo. Hasta no hace muchos años el edificio, de dos plantas, que aún se conserva, fue ocupado por el Restaurante La Bóveda, que se obligó a cerrar debido al hundimiento de la cueva que albergaba en su interior. Al molino de La Bóveda llegaba el agua desde el de La Torre, a través de unos soterrados conductos artificiales. Antiguamente, como ya se adelantó, el agua caía libremente por el acantilado de la calle San Miguel en un espectacular salto de doce metros de altura. Construído sobre una superficie de 459 metros cuadrados, el molino fue en principio harinero, si bien en el año de la expropiación, en 1923, se dedicaba a la molienda de minerales. En el patio del inmueble podía contemplarse una de las piedras, la llamada "solera", que permanecía fija en el suelo mientras la superior, la "moledera", giraba triturando el grano.
A la izquierda del molino de La Bóveda faenaba el de La Glorieta, de tan solo 97 metros cuadrados, que recibía las aguas de aquél. Al tiempo de la expropiación forzosa ya había dejado de funcionar y el caserío se destinaba a vivienda y almacén. Su propietaria, doña Ana Pacheco, lo vendió a una familia extranjera. El solar lo ocupa hoy una moderna construcción. A partir de este molino, los demás seguían dos direcciones: unos hacia oriente y otros hacia occidente.
Lindando con el de La Glorieta, hacia la parte oriental, se levantaba el molino El Nuevo, de 304 metros cuadrados, que molía trigo. Su propietario era en 1923 don Cristóbal Cano Rosado, Secretario del Ayuntamiento Constitucional de Torremolinos, antes de la anexión del municipio a Málaga. Cambiada la propiedad varias veces, finalmente lo adquirió el matrimonio sueco formado por Gustav y Olga Thoren, que fijaron en él la sede de la Casa de Suecia en la Costa del Sol. En su lugar se yergue hoy un suntuoso edificio de apartamentos.
Los dos molinos situados más cerca de la playa, hacia oriente, eran los de La Cruz y El Peligro; el último, conocido por este nombre por el riesgo de incursiones piratas que le suponía el hallarse casi al borde del mar. Ambos molieron trigo y sus viejos inmuebles desaparecieron con la remodelación turística de la zona.

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