Las cofradías del Lunes Santo lograron sacarse la espina de lo ocurrido el año pasado, cuando en unos casos debieron quedarse en casa por la inestabilidad meteorológica y en otros se vieron sorprendidas en plena calle por un fuerte aguacero.
Teniendo en cuenta además que 2020 y 2021 quedaron en blanco debido a la pandemia y las restricciones sanitarias, lo cierto es que la bonanza climatológica que se vivió ayer se antojó la justa recompensa a tanto tiempo de infortunio.
Porque la jornada amaneció y se desarrolló radiante de sol e incluso con menos aire que el domingo. Y esa circunstancia animó a mucha gente a desplazarse a Puertas del Sur para disfrutar de la salida a la calle de la Hermandad de la Sed, que al filo de las dos y media de la tarde ya tenía a su cruz de guía camino del centro.
Las nuevas cofradías han ido rompiendo con el paso del tiempo una serie de barreras que hasta no hace demasiado parecían infranqueables y una de ellas es la que tiene que ver con los horarios de salida, cada vez más tempranos y adecuados a unos usos y costumbres que parecen cada vez más alejados de aquellos de décadas anteriores.
La Hermandad de la Sed es una cofradía de reciente creación pero con apuntes que merecen ser destacados.
Para empezar, no conviene dejar de lado el hecho de que todo el protagonismo lo acapare su imagen titular, un crucificado portentoso que atrae a quien le contempla.
Ante el crucificado de Elías Rodríguez, todo lo demás parece secundario. Y no porque el trabajo de la cuadrilla de costaleros que comanda Alberto Millán o los sones de la Banda de Cornetas y Tambores del Gran Poder de Granada no merezcan justo protagonismo, sino porque el Cristo de la Sed está por encima de cualquier cosa. Y eso se nota...
Igual que se nota junto a la parroquia de Santa Ana que hay un protagonismo compartido entre el barrio de La Plata y su Hermandad de la Candelaria, porque no se entendería una cosa sin la otra.
Veinte minutos antes de las cinco de la tarde inicia su recorrido el cortejo de nazarenos que precede al Señor de las Misericordias, que de siempre ha sido el vecino más popular de uno de las barriadas que mostró que existía un Jerez por descubrir más allá de las fronteras de su centro histórico.
Cuántas ganas había en el barrio de disfrutar de la presencia en la calle de María Santísima de la Candelaria después de lo vivido el año pasado.
Paco Yesa pudo estrenarse como capataz general de la cofradía en un contexto de normalidad.
La Agrupación Musical Lágrimas de Dolores, de San Fernando, y la Banda Municipal de Música de Rota acompañaron a ambos pasos.
Más emoción aún si cabe se vivió junto a la parroquia de Fátima cuando apenas unos minutos después pisaba el suelo de La Constancia el Señor de la Paz, cuyo paso de misterio ha incorporado este año la presencia de un nuevo soldado romano.
En doce meses ocurren muchas cosas y no es extraño que las cofradías echen en falta a gente que ya no está.
En este barrio torero se extrañó ayer más que nunca a Carmen Gutiérrez, un pilar de esta hermandad que se marchó para siempre el pasado mes de octubre.
Se acordó de ella Jesús Caro, capataz y hermano mayor, y parecieron sonar en su honor las marchas de la Agrupación Musical de la Sentencia.
Detrás, el palio de la Virgen del Refugio, que estrenó el acompañamiento de la Asociación Musical Ecijana (Amueci).
Al frente de la cuadrilla Raúl Rodríguez, un capataz al que recurrió ya en plena Cuaresma la hermandad alertada por el bajo número de costaleros presentes en los ensayos. Nadie quiere vivir en carne propia lo que debieron padecer el año pasado los cofrades de la Hermandad de las Cinco Llagas. De ahí que en este caso la cofradía decidiera curarse en salud y poner de su parte todo lo posible que su titular mariana se paseara por Jerez con todas las garantías posibles.
A las seis menos cuarto de la tarde, y casi en simultáneo, se abrieron las puertas de San Marcos y Madre de Dios.
La Hermandad de la Cena inició su recorrido procesional cuatro años después de haberlo hecho por última vez, que se dice pronto.
Prácticamente una vida para los más pequeños de la cofradía, que en muchos casos han crecido sin la posibilidad de acompañar a sus titulares.
Cincuenta años han pasado desde que llegó a Jerez un canasto concebido para ser calvario y que esta cofradía convirtió en cenáculo; y cuarenta que está al frente de su cuadrilla Martín Gómez Moreno, sin duda alguna el hombre que más ha influido en todo este tiempo en la evolución costalera de la Semana Santa de Jerez.
Este lunes parecieron alinearse todos los astros para que en el entorno de San Marcos volviera a disfrutarse de otra lección magistral de costalería.
Y ahí no podía faltar la Agrupación Musical de la Estrella, llegada una vez más desde Dos Hermanas.
Detrás viene el paso de palio de Santa María de la Paz, que es una de esas joyas que Jerez parece encerrar con todo el celo posible entre los muros de sus entrañas. En esta ocasión no hubo pandemia ni riesgo de lluvia que pudieran esconderlo.
La Banda de Música del Nazareno de Rota estuvo a la altura de lo que exige tamaño derroche de poderío, que es por otra parte lo habitual de una de las formaciones con mayor presencia en la ciudad.
Lo de Amor y Sacrificio es otra cosa. La hermandad nacida a muy pocos metros de San Marcos, en la desaparecida iglesia de la Compañía, no ofrece alarde estético de ningún tipo.
Si en el caso de La Sed convenía subrayar el hecho de que todo el protagonismo de la cofradía recayese en el crucificado, en este concreto ocurre algo parecido pero elevado a la máxima potencia.
La Hermandad de Amor y Sacrificio es la Virgen. No busquen más, porque no hay nada más.
Y aunque uno sea cofrade y guste de todo ese acervo patrimonial y cultural del que hacen gala las hermandades, no es posible negar la existencia del atractivo que tiene esa orfandad de cualquier estímulo visual que vaya más allá de la sola presencia de la dolorosa.
La Virgen de Amor y Sacrificio pasó del centro a Puertas del Sol, hace ya medio siglo, y se ha convertido en uno de los referentes de un barrio que no se caracteriza precisamente por su sobriedad. Algún secreto tendrá para que la Plazuela o la calle Sol callen ante su presencia o apenas dejen en el aire el eco de una saeta.
Cuatro años han sido también necesarios para que la silueta del Cristo de la Viga se recorte sobre los viejos muros catedralicios.
Estamos quizá ante uno de los conjuntos estéticamente más rematados de la Semana Santa de Jerez. En este viejo paso de maderas oscuras y hachones -que fue del Santo Crucifijo de la Salud- parece no faltar ni sobrar nada.
Este año estrenó el acompañamiento de una capilla musical -Kirie Eleyson- que refuerza aún más si cabe su carácter y sobriedad. Eduardo Salazar es también capataz y hermano mayor. Al frente del paso de palio de la Virgen del Socorro -que es una de las copatronas de Jerez- se estrenó el equipo de Ezequiel Simancas, cuya presencia garantiza que todo lo que se hace, se hace bien. Cierra la cofradía la Banda de Música Maestro Agripino Lozano, de San Fernando, que destaca por el esmero que siempre suele poner en su repertorio.
Ver a esta hermandad buscando el centro por Curtidores, Peones o Carpintería es sin duda uno de esos momentos íntimos de la Semana Santa de Jerez que no deberían subrayarse demasiado precisamente para que no dejaran nunca de ser tan íntimos como se merecen.
Cuatro años después, Jerez se reencontró al fin con su Lunes Santo. Ya era hora...