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Jerez

El hermano Adrián, el santo perdigón de Dios

El hermano Adrián, de la Orden de San Juan de Dios, fue, sin género de dudas, un santo que ha habitado entre nosotros

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  • El hermano Adrián del Cerro. -

Me llamó la atención una frase de Pedro Piqueras en un reciente informativo de Tele 5. Comentaba uno de los execrables hechos protagonizados por esas tristemente llamadas manadas y reflexionaba de las razones por las que se producían circunstancias de esta índole y hablaba, creo que es la primera vez que lo escucho en la pequeña pantalla, de la falta de valores que hay en la sociedad aunque no abundaba en las situaciones sociales que se podían dar para que se desencadenase esa ausencia de ética o de moral, porque obviamente si lo hacía podría toparse con  esas enseñanzas, pónganle comillas, de su propia cadena con programas basuras en lo que todo es válido con tal de dar espectáculo, sin pararse en pensar que quizá, en muchos de los casos, las mentes que acogen las ideas transportadas no son tan fuertes como para asimiliar lo que es bueno o es malo, lo que es lógico o ilógico y así podemos seguir poniendo ejemplos de las redes sociales, de la pornografía por la pronografía, de la dejadez educativa en familias por aquello de una libertad que a veces se convierte en libertinaje y, sobre todo, incidiría yo, dentro de mis conceptos de vida, por ese alejamiento que se da, en más casos de los deseables, de la Fe, la Esperanza y la Caridad.

Estas tres virtudes teologales del cristianismo que las ejercía a diario, sin que nadie se las tuviese que recordar, el Hermano Adrián, el perdigón de Dios como un día lo llamase el recordado Manuel Liaño, de la Orden de San Juan de Dios que fue, sin género de dudas, un santo que ha habitado entre nosotros.

Desde primeras horas de la mañana hasta las últimas de la tarde se pateaba Jerez de norte a sur y de este a oeste buscando un dinero con que frenar el hambre en muchas familias, con las que soportar la carga de recibos de agua o de luz que no se podían pagar, con las que hacer frente a la compra de unoz zapatos para ese niño qe estaba semidescalzo.

El economato que lleva su nombre no es sino el reflejo de una labor de horas durante muchos años que nadie era capaz de continuar. El Hermano Adrián era, sin duda, un ejemplo a seguir y cuando alguien vuelva a acordarse de esa falta de valores no tiene nada más que enseñar la vida de ese pequeño, menudo, risueño hermano que vivió en el que siempre llamaremos Sanatorio de Santa Rosalía pero que también lo hizo en todas las casas a las que llamó dourante su vida en santidad.

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